Limpiar el 30% del territorio de Gran Canaria como prevención contra el fuego costaría todo el presupuesto del Cabildo durante un año para contratar a un ejército de trabajadores organizado en 1.500 brigadas. Una tarea imposible. En lugar de eso, ¿qué se puede hacer? PELLAGOFIO recorre la cumbre de la isla acompañando a dos especialistas para averiguarlo.
Los montes y cumbres de Gran Canaria están sometidos a continua vigilancia por los agentes del Servicio de Medio Ambiente del gobierno insular. En su Unidad Operativa de Fuegos Forestales, el técnico Federico Grillo está pendiente de todas las incidencias. Pero, más importante aún, se ocupa de que, día a día y a lo largo del año, las áreas boscosas reciban los tratamientos adecuados, para evitar la acumulación de combustible forestal que pueda prender en verano.
Otro técnico, Dídac Díaz, es analista y participa en las estrategias que desde el propio Servicio de Medio Ambiente se desarrollan para prevenir que los bosques lleguen a quemarse o, al menos, que causen el menor daño posible, con propuestas que pasan por favorecer la actividad del sector primario (agricultura, ganadería, carboneo, etc.) y el consumo de producto local, porque son “productos apagafuegos” al crear un paisaje mosaico lleno de obstáculos para el fuego.
El gran incendio forestal de finales de septiembre entre Los Marteles y Monte Constantino (2.700 hectáreas afectadas en la zona de cumbres, con un fuego que se movía a gran velocidad y llamas de tal altura que lo convertían en lo que se conoce como un incendio fuera de capacidad de extinción), “puso a prueba 15 años de trabajo [en 300 hectáreas] en un par de horas”, dice Grillo una mañana de principios de octubre que recorre con Díaz toda la zona afectada para estudiar y analizar los diferentes comportamientos del fuego.
Los dos tipos principales de incendios –el activo de copas y el pasivo de copas– se dieron cita aquí a la vez aquel fatídico 20 de septiembre. “En el pasivo de copas el motor del incendio está debajo, en el matorral que prende y hace que se quemen las copas. Esa es la gran mayoría de incendios. Por el contrario, el activo de copas, que es más difícil, es un incendio que va de copa en copa independientemente del matorral”, explica el analista.
‘Matorralización’
Los peores incendios de todos, insiste, son los de matorrales. “Con la industrialización se ha producido una matorralización en muchas partes de la isla. No es que estemos en contra del matorral, que cumple una función, pero hay un exceso: al abandonar el pastoreo, matorral; al abandonar la agricultura, matorral; al haber un recurrencia de incendios diferentes que no deja avanzar la evolución de los pinares, matorral”, dice, y resume: “Con el matorral se te generan rápidamente 10 metros de llama y a ver qué haces. Y con grandes velocidades de propagación”.
“Un paisaje mosaico no sólo es biodiversidad y producción de alimentos, también es más resistente a los incendios forestales”
¿Qué hacer frente a esa matorralización? Dídac Díaz lo resuelve con dos palabras, “paisaje mosaico”, y lo explica: “Si en vez de tener paisajes homogéneos de bosque o de matorral generamos obstáculos, como campos de cultivo, zonas pastoreadas, masas de árboles de otro tipo o que no ardan tan bien, zonas abiertas, etc., el incendio no se puede propagar tan rápido y nos da a nosotros más oportunidades para poderlo apagar”.
De ahí la campaña del Cabildo de Gran Canaria “Come paisaje”. “Un paisaje mosaico no sólo es biodiversidad y producción de alimentos para la soberanía alimentaria, también es mucho más resistente a los incendios forestales. ¡Cuando la gente consume vinos de aquí está haciendo prevención de incendios!”. Campaña que se desarrolla en paralelo a otras, como la de informar mediante charlas por los núcleos rurales, para que los vecinos sepan que es conveniente limpiar un área de 15 metros alrededor de sus viviendas a modo de prevención. “La gente se cree que está prohibido y que Medio Ambiente va a venir y les va a multar. Les explicamos que pueden cortar la vegetación alrededor de sus casas, los arbustos, los matorrales, sin pedir permiso”.
Observando las distintas zonas quemadas que vamos visitando, en efecto, nos encontramos con diferentes paisajes que el fuego ha dejado tras de sí. En Monte Constantino, uno de los extremos, un pastizal con siglos de pastoreo hizo de cortafuegos. “Es un paisaje cultural que tiene su importancia a nivel botánico, faunístico, paisajístico, de prevención de incendios, etnográfico”. Un ecosistema con la singularidad de poseer una comunidad vegetal endémica de la isla que asocia la gramínea Poa pitardiana con el trébol Trifolium subterraneum, donde hay diseminados viejos codesos a cuya sombra ya crece la hierba, manchas verdes entre el pasto quemado.
Federico Grillo:Desde ahí nos adentramos en el bosque propiamente dicho en dirección al Pico de las Nieves, la mayor altura de la isla (1.956 metros sobre el nivel del mar). Vemos pinares de color marrón, porque su masa de hojas perdió el verde original socarrada por el calor del fuego que, en este caso, fue por la superficie y no subió a las copas. “Ese pinar marrón es un área de baja carga, ha funcionado muy bien, la teníamos limpia, tratada y quemada”, precisa Federico Grillo. “Las áreas de baja carga son zonas que, si no hubieran estado tratadas, probablemente se hubieran quemado –añade–. Frente a zonas de fuegos de copas tanto activa como pasiva, hacemos que los fuegos sean de superficie, es decir, el pinar se quemó sólo por debajo, no afecta a las copas”. Su recuperación será muy rápida y pronto el pinar lucirá verde de nuevo.
“Con las zonas de baja carga hacemos que los fuegos sean de superficie, el pinar se quema sólo por debajo y no afecta a las copas”
Las áreas tratadas”
Cuando habla de “áreas tratadas” se refiere al trabajo de cuadrillas profesionales que, durante todo el año, clarean el bosque para sanearlo donde es muy denso por ser de repoblación, eliminan el exceso de matorral y realizan quemas con pequeños fuegos controlados para dejar la superficie limpia de combustible que podría arder en verano.
No todas las zonas tratadas han respondido como se esperaba. En áreas de pinar donde había pino canario y pino radiata ha sido más complicado. “El radiata es un árbol que tiene mucha rama intrincada y aguanta mucha pinocha arriba, así que arde con mucha facilidad. Si no hubiéramos tenido aquí radiata seguramente esto hubiera estado mucho mejor”, observa.
“El fuego subió por aquí con bastante fuerza –señala Grillo por dónde vino la llama, observando árboles calcinados– y llega hasta estas zonas tratadas, entonces baja a superficie, pero allí vuelve a encender porque las copas están demasiado secas. Yo creo que es un pinar radiata que está un poco senil. En su zona normalmente aguanta 90-100 años y estos ya tienen unos 60 y no están bien adaptados. Tienen arriba mucha biomasa seca. La pena es que en esta zona había mucha repoblación de fayas, aunque yo creo que rebrotarán. Estamos intentando convertir el bosque de pinar en un bosque mixto con fayal, que es lo que por altitud le toca en este sitio. La faya viene muy bien porque es bastante húmeda”.
Federico Grillo:Tener todo el bosque tratado y limpio no deja de ser una tarea imposible. Los especialistas deben ir eligiendo áreas y zonas muy concretas, donde se elimina ese exceso de matorral y de leña, que sirvan para dejar el fuego en superficie y poder atacarlo, evitando que se propague.
“Contratar un ejército de 1.500 brigadas, 1.500 capataces, 1.500 vehículos todoterreno, 3.000 motosierras y 150 ingenieros es algo inviable”
“Una vez hice los cálculos”, dice Federico Grillo: “Si nos pusiésemos a limpiar el 30% del territorio tienes que meter todo el presupuesto del Cabildo, unos 400 millones. Eso sería un ejército, imagínate 1.500 brigadas, 1.500 capataces, 1.500 vehículos todoterreno, 3.000 motosierras, 150 ingenieros. Empezarías a batir la isla y supón que en un año limpias ese 30%. Al año miras para atrás y hay zonas en las que tienes que volver a entrar: los pastos, los zarzales y los cañaverales crecen enseguida. Es algo inviable”.
¿Qué hacer entonces? “Tratar una parte del territorio que es estratégica. Mi sueño sería llegar a mil hectáreas por año, pero no das abasto”, concluye.
fuente: http://pellagofio.es/islas/naturaleza-y-territorio/incendios-de-ultima-generacion-una-mision-imposible/
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