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sábado, 1 de noviembre de 2014

El día de todos los santos y todos los difuntos: una fiesta religiosa y mucho más











“Necesitamos la vida entera para aprender a vivir, y también – cosa sorprendente – para aprender a morir.”  Séneca. (-2 AC -65 AC). Filósofo latino.
En nuestras Islas Canarias y en otros muchos lugares del mundo se celebra la tradición de honrar, de traer a nuestra memoria y mantenerlas vivas en nuestros corazones, a las personas que han fallecido, que han partido hacia el Oriente Eterno.
Nuestros cementerios, se llenan de flores, de frases y poemas personales, hacia nuestros difuntos y como no, de oraciones. Las familias, los amigos y conocidos, se reencuentran para recordar y compartir anécdotas y testimonios vividos, junto a nuestros seres queridos ausentes. Se adornan las tumbas de nuestros familiares y de otras personas conocidas o simplemente se va a pasear por las necrópolis y observamos las tumbas, panteones, mausoleos,… tan diversas en sus formas. Donde a menudo, reflejan el orden social existente.
Son dos días especiales dentro del calendario de otoño: El día de la festividad de todos los santos y el de todos los difuntos. Todos los Santos, el primero de noviembre, es una fiesta dedicada al recuerdo de nuestros seres amados. Los hábitos de las personas cambian y se preparan para los meses de frío y oscuridad creciente. La naturaleza, después del estallido del verano, entra en un periodo de muerte aparente: las hojas de los árboles caen, no hay flores y las plantas parecen adormecidas. No es extraño que desde la antigüedad muchas culturas hayan instituido en este momento una fiesta en recuerdo de los difuntos.
Sin embargo, antiguamente la celebración tenía un claro sentido doméstico: la familia se reunía y recordaba a sus difuntos comiendo castañas, rezando el rosario o con pequeños gestos como dejar un plato vacío en la mesa. También se encendían lámparas de aceite o velas ante las fotografías de familiares fallecidos. Se trataba, pues, de una celebración íntima y familiar, a pesar de la dosis de temor que inevitablemente provoca la incertidumbre del mundo sobrenatural. Esta tradición pretendía prolongar al más allá la protección de la familia hacia sus miembros y pedir el amparo de los antepasados, percibidos como protectores del hogar y el linaje.
Una de las costumbres más características de la fiesta en nuestras tradiciones canarias, es la “fiesta de los finados”, una práctica inicialmente de ámbito familiar, que utiliza uno de los frutos propios del otoño. Las castañas eran tostadas en casa o bien, en la ciudad, se compraban a los castañeros. En la actualidad, el oficio de tostar y vender castañas prácticamente ha desaparecido pero la tradición, con su olor característico, continúa muy viva, gracias a las asociaciones vecinales que se encargan a menudo y otros colectivos de jóvenes que aprovechan esta festividad, para mantener viva estas costumbres, llegando alguna de ellas, a llevar por sus calles a los “Ranchos de ánimas”.
La motivación de la fiesta ha cambiado mucho en los últimos años. La muerte era, para nuestros antepasados, un hecho inevitable y natural. La muerte de los longevos se aceptaba, pues, con menos dramatismo que las accidentales o las de personas jóvenes. Era, en todo caso, un hecho cotidiano. La gente moría en casa, acompañada por los familiares, mayores y pequeños, y por el vecindario. Los velatorios tenían lugar en el domicilio y los séquitos funerarios salían de la casa.
No obstante, la sociedad actual ha dejado de tener una relación próxima con la muerte cotidiana, hasta el punto que se reclama la necesidad de una nueva pedagogía. La muerte natural se ha convertido en algo que se oculta, que sucede fuera del entorno diario, que puede pasar desapercibida para los niños. Las muertes catastróficas, en cambio, se nos muestran continuamente en los medios de comunicación.
Perdido el sentido sagrado de los antepasados, los difuntos se convierten básicamente en personajes de fantasía que dan miedo: muertos vivientes, espíritus y fantasmas. Y las visiones contemporáneas del más allá se construyen sobre un sincretismo de creencias y personajes.
Sin este cambio de mentalidad no se puede entender la rápida aceptación de otros modelos de fiesta, como el Halloween, que hacen de Todos los Santos una fiesta lúdica que utiliza elementos heredados de las tradiciones centroeuropeas, como las calabazas o las luces. Estas fiestas no hacen referencia a la idea de los difuntos familiares, sino a una serie de personajes de la literatura fantástica o el cine. Una celebración que más que recordar a los difuntos juega con un imaginario banalizado, y por lo tanto más fácilmente asumible, de la muerte.
El negocio de la muerte también es un asunto autonómico. Al menos así lo indica la legislación sobre servicios funerarios en España, basada en la Ley 7/1985, que atribuye a los municipios las competencias en materia de cementerios y servicios funerarios, en los términos de la legislación del Estado y, especialmente, de las comunidades autónomas, como la nuestra en Canarias, que tienen trasferidas las competencias Sanitarias del Estado.
El rito de la muerte y todo aquello que lo rodea es una tradición muy arraigada a la tierra y como tal las características básicas del féretro, los traslados del finado y las prácticas sanitarias sobre los difuntos, quedan establecidas por cada comunidad autónoma. La normativa autonómica relativa a la prestación de servicios funerarios se basa en su mayoría en decretos de Policía Sanitaria Mortuoria (PSM), dictados por cada comunidad autónoma,  exceptuando a nuestro Comunidad Autónoma de Canarias, que aun, no ha sido capaz de llevar a cabo la aprobación de un decreto de Policía Sanitaria Mortuoria propio, por lo que tenemos que ceñirnos a una legislación caduca, cansina, desgastada y retrógrada, Decreto 2263/19774, de 20 de julio, por el que se aprueba el Reglamento de Policía Sanitaria Mortuoria. Que no representa para nada, a nuestra situación geográfica, ni a nuestras costumbres, ni tradiciones y muchos menos a nuestra sociedad actual.

¿Hasta cuanto tenemos que seguir esperando? ¿Cuándo vamos a poder llevar a cabo, una prestación dentro de los servicios funerarios, acorde con nuestros tiempos? Es momento de actuar, de ser atrevidos y poner en marcha, nuestro propio Reglamento de Policía Sanitaria Mortuoria de Canarias.


“La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo.”   Isabel Allende. (1942 - ¿) Escritora Chilena.

Francisco Javier Calixto Munguía.
Director Funerario de Servicios Funerarios Islas Canarias.

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