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miércoles, 18 de junio de 2025

Corrupción de mediocres: el negocio va bien, gracias


Por Luis Seco de Lucena 

Artículo de opinión

En este país de pícaros venidos a menos y de listillos pero poco inteligentes, la  corrupción no es ya una enfermedad, sino una costumbre nacional.  Últimamente, los telediarios nos regalan una telenovela diaria protagonizada  por políticos del actual gobierno (o más bien régimen de subsistencia), entre  sobres, comisiones, escándalos de puticlub y, cómo no, móviles repletos de  pruebas que nadie parece haber leído. 

Estos nuevos actores del esperpento ibérico llegaron al poder blandiendo la  bandera de la limpieza ética, como si fueran quijotes del siglo XXI  enfrentándose a la casta corrupta. La corrupción de otros fue vuestro trampolín,  Y vaya si os sirvió para saltar. El problema es que al otro lado no estaba la  regeneración democrática, sino más bien quítate tú que ahora me toca a mí. 

La famosa moción de censura —ese acto heroico, dijeron— fue en realidad un  acto más de vuestras corruptelas, una jugada maestra no para sanear la  política, sino para colocar a los vuestros, los de siempre, los que nunca habrían  pasado una entrevista de trabajo en el sector privado. Porque, admitámoslo: no  estamos ante supervillanos de novela negra, sino ante una corrupción de  mediocres. Gente incapaz de distinguir entre ética y estética, pero que maneja  con soltura el arte de colocar a primos, hermanos, “sobrinas”, y asesores de  dudosa preparación en puestos clave. 

Mientras se llenan la boca con discursos sobre igualdad, justicia social y  feminismo transversal, resulta que algunos de los más fervientes hipócritas del  feminismo eran, en su tiempo libre, consumidores de prostitución. Para mí la  rubia, para ti la morena. Y si hace falta, lo cargamos a una tarjeta oficial, que  para eso está el dinero público: que no es de nadie. 

El colmo del cinismo llega cuando se rasgan las vestiduras por lo que ellos  mismos hacen puertas adentro. Y mientras la prensa afín barre con escoba  gorda debajo de la alfombra, los ciudadanos asistimos al espectáculo grotesco  de los mismos que vinieron a limpiar manchándose hasta el cuello. Claro que,  según ellos, todo son montajes, conspiraciones, bulos... y, por supuesto,  presunciones. De inocencia, claro. 

¿Hasta cuándo el país aguantará este circo? Probablemente hasta que el  siguiente escándalo tape el anterior. Porque aquí ya no se dimite por plagiar una tesis ni por llenarse los bolsillos con dinero sucio. La indignación se  desgasta rápido, y la memoria del votante dura lo que tarda en llegar la  siguiente subvención. 

Así estamos. Entre corruptos y presuntos, entre mediocres con poder y  poderosos sin vergüenza, entre discursos huecos y bolsillos llenos. El cambio  prometido que nunca llega. Lo que sí llegó fue otra camada de pícaros  modernos, que aprendieron rápido las viejas mañas, solo que estos además  son uno cutres.  

Pero bueno... de momento, todo es presunto. ¿Verdad?


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