En entrevista concedida a CNA –agencia en inglés del Grupo ACI– la experta afirmó que estas decisiones representan una ética de “calidad de vida” y una ideología que dice que la vida humana solo es valiosa si cumple con ciertas características.
“Es la misma ideología que subyace cuando se permite la eutanasia o el suicidio médico asistido”, lo que es “completamente opuesto a la visión católica en la que cada vida humana tiene un valor intrínseco independientemente de la calidad de esa vida”, sostuvo.
Charlie, ahora de 10 meses de edad, padece el síndrome de agotamiento mitocondrial, una rara enfermedad que causa una debilidad muscular progresiva y se cree que afecta a menos de 20 niños en todo el mundo.
El bebé se encuentra en cuidados intensivos desde octubre de 2016 y ha sufrido daños cerebrales significativos debido a la enfermedad. Actualmente se alimenta a través de una sonda, respira con un ventilador artificial y no puede moverse.
Sus padres, Connie Yates y Chris Gard, quieren mantenerlo con vida y llevarlo a Estados Unidos para intentar un tratamiento experimental.
Sin embargo, su decisión fue impugnada en los tribunales por el Hospital Great Ormond Street que atiende el caso y un abogado representante de Charlie. Los padres apelaron a una decisión de la Corte Suprema del Reino Unido, pero fue rechazada.
Su último recurso legal se encuentra actualmente ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, organismo que ha dicho que Charlie debe seguir recibiendo tratamiento hasta que los jueces tomen una decisión.
“Me parece completamente equivocado que el estado deba intervenir aquí cuando la decisión que los padres están tomando realmente está dirigida a los mejores intereses del niño”, dijo Moschella.
“No es una locura, no es abusivo, no es negligente. Es la decisión de los padres que quieren, como puedan, dar a su hijo muy enfermo una oportunidad de vida”, agregó.
La experta sostuvo que tal decisión “debería estar completamente dentro de la prerrogativa de los padres”, y citó la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que “indica claramente que los padres, no el estado, tendrán principalmente la responsabilidad”.
Los padres de Charlie han recaudado más de 1,6 millones de dólares para ayudar a buscar un tratamiento experimental en Estados Unidos, una decisión que los llevó a enfrentarse en tribunales con los médicos que atienden al niño.
A principios de abril, el hospital argumentó en el tribunal que la asistencia que mantiene vivo a Charlie debe ser retirada porque su calidad de vida “era muy pobre”.
El abogado nombrado por la Corte argumentó ante un juez de la Corte Suprema que cualquier tratamiento en Estados Unidos sería experimental y que el soporte vital a largo plazo solo “prolongaría el proceso de morir”.
Sin embargo, los padres de Charlie tenían su propio representante legal en el caso, quien argumentó que viajar a Estados Unidos para recibir tratamiento no causaría sufrimiento o daño significativo al niño y podría darle otra oportunidad.
Yates, la madre de Charlie, afirmó que acogería cualquier tratamiento que pudiera ayudarle a vivir a su hijo y también sugirió que todo lo aprendido durante un tratamiento experimental podría ayudar a tratar futuros bebés que sufren del trastorno.
Según Moschella, quien tiene experiencia en derechos parentales y ética médica, los derechos de los padres derivan tanto de la “relación íntima especial” que tienen con su hijo y de sus obligaciones primarias de cuidar a sus propios hijos. Interferir en ello es similar a violar la libertad religiosa.
“Es una seria violación cuando, sin una razón seria, el estado evita que los padres cumplan esa obligación de consciencia”, dijo.
Asimismo, señaló que el intento de los padres de asegurar un tratamiento extraordinario para su hijo no es éticamente requerido por la ética católica.
“Sería perfectamente y moralmente aceptable si decidieran renunciar a buscar un tratamiento adicional, sacar al bebé del soporte vital y permitir su deceso naturalmente debido a la enfermedad subyacente”, explicó la experta.
“Pero también es aceptable, en la ética católica, hacer todo lo posible para curar a una persona si crees que existe la posibilidad de que un tratamiento pueda tener un efecto positivo”.
Moschella sugirió que el tratamiento extraordinario podría ser poco ético sólo cuando “no hay absolutamente ninguna esperanza de ningún beneficio en absoluto” y el tratamiento sea doloroso para el paciente o quite “recursos importantes que se necesitan para ayudar a otros pacientes que podrían beneficiarse”.
Asimismo sostuvo que solo debería haber una intervención legal en contra de los deseos de los padres “cuando hay un claro caso de abuso o negligencia o alguna amenaza significativa para el orden público”.
“Ninguna de esas situaciones se da en este caso”, sentenció Moschella.
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