No recuerdo bien como sucedió. Creo que giramos al salir de la ciudad de Bubva, Montenegro, la segunda a la izquierda, tras dos rotondas a la derecha, hicimos una larga recta y tras un giro muy cerrado en cuesta que dejaba el mar a nuestras espaldas apareció el barro. Estaba allí y poco a poco lo ocupaba todo. Era como si al mundo que ahora contemplábamos le hubiera caído un manto de polvo. Sin más, lo que apareció ante nuestros ojos fue la pobreza. Yen Europa, esa pobreza, llama más la atención por cuestiones de cálculo.
Horas después se acabó Montenegro, tras pasar por su capital,Podgorica, con una mezcla de alegría y tristeza en nuestra memoria. De la belleza y grandeza de su costa y su inolvidable bahía de Kotor pasamos a aquel mundo en el que las sombras ocupaban todo, hasta a ellas mismas, sin dejarse ver. Se acabó el país en una fugaz mirada, una percepción, una ventana con forma de palco desde la que el mundo puede ser equívoco.
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