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viernes, 3 de enero de 2014

Un cura ejercía de censor en los programas de Félix Rodríguez de la Fuente










Un cura católico, asesor religioso del ente público, vetó en 1971 la exposición de las teorías evolucionistas ante las cámaras y castigó a Félix Rodríguez de la Fuente por mencionarlas. Todavía hoy, uno de cada cinco españoles rechaza la teoría de la evolución

El 18% de los españoles cree que un Dios, se supone que el cristiano, creó al ser humano tal y como es hoy en día. Es decir, casi uno de cada cinco ciudadanos no acepta a estas alturas la evolución expuesta por Charles Darwin en 1859, según un sondeo internacional llevado a cabo por el British Council.

Los resultados no son casuales. Durante décadas, en España existió un programa sistemático, impulsado por las autoridades eclesiásticas y franquistas, para borrar de la opinión pública cualquier dato que pusiera en duda el Génesis que pregona la Biblia: Dios creó a Adán, después a los animales y, por último, a Eva a partir de una costilla de Adán, como “ayuda idónea para él”.

“La censura actuó contundentemente en los medios de comunicación de masas”, explica el historiador de la ciencia colombiano Carlos Acosta. Este investigador ha documentado uno de los mejores ejemplos para mostrar hasta dónde llegó la ocultación de los avances científicos internacionales en España. Buceando en un archivo, Acosta se encontró con una carta escalofriante, fechada el 22 de marzo de 1971 y encabezada por el escudo franquista con el águila de San Juan, el yugo y las flechas. Iba dirigida a Félix Rodríguez de la Fuente, el célebre divulgador ambientalista que sentaba delante del televisor a media España para ver sus documentales de naturaleza. El autor de la carta era posiblemente tan influyente como el naturalista, pero desde la sombra: era Santos Beguiristáin, asesor religioso de Televisión Española.

“La Inquisición total”
Beguiristáin, sacerdote católico, había ganado peso en el régimen durante la Guerra Civil fomentando la represión contra los que no apoyaron el golpe de Estado de 1936. “Ahora ha llegado la ocasión de seleccionar la paja a un lado y el trigo al otro… Y a los escapados, estén donde estén, los hemos de encontrar para hacer justicia”, escribió entonces. En 1971, el cura había ascendido hasta llegar a ser el censor religioso de la televisión pública española. “Beguiristáin era la Inquisición total”, subraya Acosta, del Centro de Historia de la Ciencia de la Universidad Autónoma de Barcelona.

En su misiva, Beguiristáin se dirigía a Rodríguez de la Fuente con un “Mi distinguido amigo”, para advertirle de que la evolución “es una teoría nueva” y exigiendo que en televisión “matizase el pensamiento sin dar por seguro que la evolución es un postulado científico”. Eso era por escrito, pero a la cara los censores iban más allá, según detalla Acosta en una investigación de 2008 que ahora rescata el periodista Antonio Calvo en su libro Odón de Buen: Toda una vida.
El 25 de marzo de 1971, Rodríguez de la Fuente escribió al paleontólogo Miquel Crusafont una carta en la que le comunicaba que los jefes de Televisión Española, entonces dirigida por Adolfo Suárez, le habían prohibido pronunciar la palabra evolución ante las cámaras y repetir sus programas sobre antropología o evolución. Para el divulgador, la postura del ente público era “tan rígida e insólita” que en su último programa, consagrado al océano, la censura le había eliminado dos frases que sugerían la evolución de los seres vivos en contra del Génesis bíblico. Las peligrosas frases para la sociedad española eran: “el mar, cuna de la Vida” y “los cetáceos, mamíferos marinos que regresaron al océano”.

Un capitán de fragata
Acosta ha catalogado unos 12.000 documentos del archivo de Miquel Crusafont, fundador del Instituto Provincial de Paleontología de Sabadell y uno de los pocos que públicamente defendía en España la evolución, aunque la consideraba guiada por Dios. Crusafont guardaba los originales de toda la correspondencia que recibía y una copia al carbón de lo que enviaba, así que su archivo, en el Instituto Catalán de Paleontología, es único para conocer los ataques a la teoría de la evolución en España.

El historiador colombiano, ahora sin fondos para seguir estudiando el archivo, ha encontrado una decena de cartas sobre el veto a la palabra evolución en Televisión Española. Acosta distingue dos niveles en la censura: mencionar la teoría de la evolución estaba prohibido en la radio y en la televisión en España en 1971, pero la situación era diferente en el ámbito académico. “La paleontología no fue proscrita y la censura no se manifestó directamente sobre el grupúsculo de cinco o seis científicos que hablaban en España sobre la evolución. Aunque, en general, la evolución no se impartió ni en los colegios ni en las universidades hasta finales de la década de 1960”, señala Acosta.

Aparentemente, el ataque a Rodríguez de la Fuente nació por un artículo incendiario del geógrafo y capitán de fragata Juan María Bonelli publicado en la revista religiosa Roca Viva. “Cuando se intenta convencernos de que un pez, aburrido de pasearse dando vueltas en el agua, decidió fabricarse unas patas y salir a dar un paseo por los aledaños de la costa, el señor Rodríguez de la Fuente deja de ser un científico para convertirse en un hombre fogoso, dotado de fértil fantasía, que imagina y da como ciertas todas las ficciones de su mente acalorada”, escribía Bonelli, un personaje importante en el régimen franquista, como demuestra el hecho de que cuatro años después recibiera la Gran Cruz de la Orden Imperial del Yugo y las Flechas, la mayor distinción de la dictadura.

“Mentes pusilánimes”
“No es lícito que la televisión española lance al aire programas en donde se enseñen y se den como científicas, probadas y seguras teorías que —por el contrario— son una ficción e insostenibles por falsas […]. No es lícito sembrar el error y ofrecer como verdad lo que [es] peligroso, peligroso es camino seguro para llegar a un ateísmo pseudocientífico”, clamaba Bonelli. El inquisidor de Televisión Española, Santos Beguiristáin, envió ese texto antievolución a Rodríguez de la Fuente, llamándole al orden.

Las consecuencias llegaron en seguida. El programa del divulgador, Planeta Azul, que se emitía en horario de máxima audiencia, los lunes a las 21:30, fue relegado a los domingos a las 19:00. El 27 de marzo, Crusafont, indignado, escribió a Rodríguez de la Fuente para informarle de sus deseos de “contestar como es debido a [las] sandeces” de Bonelli y calificaba el ataque como “algo repulsivo y desagradable hasta el extremo”.

El 9 de abril, Crusafont envió un par de cartas al director de la revista católica Roca Viva y al director adjunto de Televisión Española, Luis Ángel de la Viuda, para pedir que dejasen en paz a Rodríguez de la Fuente, describiendo la evolución “como un hecho archicomprobado”. En línea con sus creencias religiosas, Crusafont escribe entonces que la evolución de las especies prepara “el advenimiento del Hombre como el ser más perfecto de la Creación” y critica a las “mentes pusilánimes” que temen a la ciencia.

Un cura al mando de la televisión
La última misiva del enfrentamiento epistolar es del director adjunto de Televisión Española. “La carta está llena de frases políticamente correctas y contradictorias, con las que se defiende una supuesta neutralidad de TVE en relación con el contenido de sus programas culturales”, explica Acosta en su investigación, publicada en la revista Actes d’Història de la Ciència i de la Tècnica. “Pero De la Viuda hacía lo que su asesor religioso le decía. Beguiristáin era el que tenía el poder”, remarca.

Para Acosta, “este evento de censura político-religiosa sobre las ideas científicas en la España franquista no debe quedarse en la mera cuestión anecdótica, más o menos amarillista y estereotípica de la dictadura”, sino que merece una interpretación histórica. “A pesar de que el sistema educativo estaba controlado por el régimen del nacionalcatolicismo, parece ser que el poderoso brazo de su censura se dejó sentir de manera mucho más fuerte sobre los medios de comunicación”, reflexiona el historiador. Con este contexto, sorprende menos que, más de cuatro décadas después, casi uno de cada cinco españoles todavía no acepte la evolución de las especies.

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