Elena se aferra al brazo fuerte y recio del hombre con el que durante tantos años ha compartido su vida. Él apoya su mano en la de su esposa, como para sentirla aún más cerca mientras la mira de reojo.
Andan despacio, sin prisas, por el paseo que hay cerca de la playa, parándose a contemplar a los niños que incansables juegan en la arena. Les recuerdan a sus hijos y los momentos de preocupación cuando cuidaban de ellos para que no nadaran muy adentro, temiendo que se ahogaran.
Han pasado muchos años juntos, pronto cumplirán las bodas de oro, esperan esa fecha con ilusión, para hacer de nuevo sus votos matrimoniales, que celebrarán junto a toda la familia, pero sobre todo, junto a sus hijos y nietos.
Mientras pasean hacen planes para la celebración y la ropa que llevaran ese día, Elena ha pensado en un vestido rosa palo, con sandalias blancas y un pequeño adorno en la cabeza. Mientras, su marido, se decanta por un traje marrón y zapatos del mismo color.
Siempre que hablan de este tema acaban en una pequeña discusión al no ponerse de acuerdo con la ropa elegida por cada uno, pero esta se cierra con una gran carcajada, mientras él la acerca más a su costado y mirándola a los ojos le dice, “Vayas como vayas siempre estarás preciosa” Elena lo mira embelesada mientras le confiesa “te he amado siempre y siempre te amare tozudo mío”.
María Almenara
Entrañable
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