Maruchi García.
En estos momentos, cuando hace ya más de un año que en la Casa de Galicia de Las Palmas estamos sin sede debido un incendio que inutilizó nuestras instalaciones, es cuando miro la vista atrás y veo todos los buenos ratos que hemos pasado dentro de esta sociedad, que siempre ha sido como mi segunda casa.
La Casa de Galicia es una sociedad que se fundó como lugar de encuentro de los gallegos que venían a Canarias y que se integró tanto en esta isla que acabó siendo un hogar no sólo para aquellos que sentían la morriña gallega sino para muchas personas que ni siquiera han estado en la tierra de Cela. Por todo ello debe seguir adelante.
En estos momentos en que el precio de los billetes de avión no es un impedimento para viajar y que las nuevas tecnologías –llámese internet, redes sociales o telefonía móvil- hacen que la morriña no sea un tema trascendental, la Casa de Galicia de Las Palmas mantiene su razón de ser porque sigue siendo un lugar de encuentro no sólo de gallegos sino de muchas personas que por un motivo u otro llegaron un día y acabaron siendo parte de una gran familia.
Muchas son las vivencias y los buenos –buenísimos- momentos que he vivido dentro de esta segunda casa mía; aunque justo es reconocer que he sido una socia privilegiada al formar parte de su junta directiva y participar durante una buena temporada en la organización y estar durante otra temporada aún más larga disfrutando de los actos y eventos que otros organizan.
Si miro la vista atrás puedo recordar muchos instantes y muchas anécdotas, como cuando hace 25 años invitamos a veintiún niños huérfanos de padres marineros a pasar una semana en Gran Canaria. Llegaron tristes y llorando y una semana más tarde la sonrisa había vuelto a sus caras y hasta querían quedarse a vivir con nosotros.
Puedo recordar cuando el hermano de Fidel Castro vino a tomar el aperitivo a nuestra Sociedad y quería llevarme con él para Cuba. O cuando participé en el I Día de la Galeguidade en Santiago de Compostela; acto en el que participaron miembros de las casas gallegas de todo el mundo y donde veías como belgas, franceses o alemanes que no sabían hablar español se entendían en gallego.
También puedo recordar cuando Luis Rial, de la Radio Gallega, clausuró su Volta a España por las Casas regionales de Galicia haciendo un programa de radio en directo para toda la nación desde nuestro salón y que fue retransmitido simultáneamente por Radio Las Palmas, Cadena Ser, Radio Gran Canaria y Radio Maspalomas.
En un lugar especial de mi corazón está el recuerdo del viaje que hicimos al Xacobeo 99, donde tuve el gran honor de hacer la ofrenda en nombre de nuestra Casa de Galicia en una catedral de Santiago llena a rebozar y delante del arzobispo y sesenta sacerdotes. Un viaje donde vivimos momentos inolvidables.
Igualmente importante en mi memoria es la Fiesta de las Pepitas que organizamos durante nueve años consecutivos y llegamos a estar en la guía de espectáculos que se celebran en nuestra ciudad y son recomendados tanto para visitantes como autóctonos. Quisimos emular la fiesta ferrolana y no pudimos llegar a ser centenarios pero sí tenemos la alegría de saber que agrupaciones folclóricas que aún perviven hoy en día, se crearon para participar en nuestro festival.
Y qué decir de nuestra romería anual para conmemorar la festividad del apóstol Santiago… sardinas y chuletas para todo el que nos quisiera acompañar, junto con juegos y música. Diversión garantizada y muy buenos ratos que siempre nos dejaron con ganas de repetir.
En fin… si echo la vista atrás puedo recordar miles de actos en los que he participado, miles de momentos muy especiales en mi corazón y miles de personas que he conocido en nuestra Casa de Galicia, como por ejemplo, a Fernando Amarelo de Castro, que es una persona grande no sólo en tamaño sino de corazón; al músico Carlos Nuñez que un día llegó casi de compromiso y se convirtió en un asiduo; al senador Macías, la cantante Mari Sánchez, a muchos políticos y personas relevantes de nuestra sociedad.
Pero no son todos esos personajes los que han hecho importante mi paso por la Casa de Galicia, sino la gran cantidad de personas que habitualmente son anónimas y que, no sólo he tenido la suerte de conocer, sino que algunas de ellas han llegado a formar parte importante de mi vida.
No podría contar la historia de mi vida sin hablar de la Casa de Galicia de Las Palmas. En ella trabajé codo a codo con mi padre, conocí al que fue mi marido, celebré mi boda, el bautizo de mi hijo, su comunión, las fiestas familiares, reuniones de amigos y hasta alguna de trabajo.
Pero yo no quiero que la Casa de Galicia sea sólo parte de mis recuerdos sino quiero seguir formando parte de una sociedad que tiende un puente –aunque sea virtual- entre Galicia y Canarias; seguir acercando la cultura de mis ancestros a la ciudad que me vio nacer y a donde pertenezco; y… demostrar que no sólo nos unen el millo y la emigración. Quiero seguir siendo solidaria desde mi Casa, seguir teniendo un lugar de encuentro entre los amigos; escuchar a la Coral cantar su popurrí más enxebre y oir a la Banda de Gaitas tocar una muñeira. Quiero tomarme un ribeiro mientras leo el Aturuxo y que mi hijo tenga un lugar donde poder crecer y encontrarse con sus amigos mientras siguen presentes sus raíces.
Quiero que la Casa de Galicia esté tan integrada en la sociedad canaria que no importe si se fundó sólo con la idea de rememorar la cultura y gastronomía gallega. Quiero… quiero que la Casa de Galicia de las Palmas siga viva no sólo en mis recuerdos sino en mi presente y en mi futuro.
fuente : http://www.marisolayala.com/casa-de-galicia-reir-llorar-sonar/
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