No me preocupa el paso de los días, lo que me causa estupor es sentir que cada semana se
va antes, que tras ellas pasan los meses y con ellos inexorablemente se va poco a poco
nuestra vida.
Anclados en mi memoria quedan recuerdos de aquellos días cuando llegaba el lunes y la
semana se me hacia eterna hasta llegar al sábado.
Sin embargo hoy apenas llega el lunes y cuando creo que es martes el almanaque me dice
“espabila que ya es viernes” y me quedo sin habla.
Pienso que nada tiene que ver los cambios de hora como manifiestan muchas personas. En
mi humilde opinión la razón es la vorágine con la que vivimos la vida queriendo estar en
todos los sitios y a la misma hora, sin pensar que hay un mañana para compartir tantas
cosas y hacerlo sin prisas y sin esa ansia de hacerlo todo en un día.
Creo que esta manera de llevar nuestra vida afecta sobre todo a los niños. A estos se les
atiborra a clases extraoficiales, como son; baile, inglés, yudo... sin darnos cuenta que les
robamos momentos de juegos, de distracciones y, sobre todo su niñez.
Comprendo que estas clases particulares sirven como ayuda para los padres que trabajan,
aunque son las abuelas y abuelos los que se pasan la tarde de un lado a otro llevando a los
nietos.
María Sánchez.
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