Sí mi canario quería ser libre, explorar y volar
hacia nuevos horizontes, estaba bien cuidado, mimado y no le faltaba nada de nada.
Su dueña lo atendía con cariño pues se lo había regalado su hija por el día de Reyes.
Le hablaba como a un ser vivo, pero ayer en un despiste la puerta de la jaula abierta se quedó.
Entonces el muy listo aprovechó la ocasión y salió.
Cuando su dueña se dio cuenta ya no estaba,
disgustada le llamó y le busco por toda la casa,
ni rastro, se le había esfumado.
Lo llamaba Pichichi, y las lágrimas brotaban de las mejillas de su ama.
Al día siguiente sobre las nueve de la mañana,
lo sintió piar y paseando por el patio como si nada hubiera pasado.
Entonces la señora se alegró tanto y cogió agua y una toalla mojada, lo dejó encerrado en una pequeña habitación, y con sumo cuidado le echó la toalla empapada lo cubrió, envolvió y lo agarró por las alas y en su jaula de colores lo metió.
Y aquí se acabo la historia pues de nuevo en la prisión se quedó.
Antonia Pérez Viera
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