Santiago Barrero (*). ASSOPRESS
Uno de los estudios que mejor nos puede servir para analizar los efectos es este, realizado por científicos de la Universidad de Nueva York, observando el caso surcoreano. La nación asiática prohibió en 2011 todo uso del tabaco en espacios públicos, desde parques o paradas de autobús hasta áreas escolares.
Un
panel de estudio y medios oficiales hicieron una serie de encuestas
poblacionales entre 2009 y 2017, preguntando a sus encuestados tanto
quiénes eran fumadores, como quiénes habían dejado de fumar, habían intentado dejar de hacerlo, cuándo y por qué.
El resultado dicta que hay “evidencias sólidas de que esta prohibición aumentó la probabilidad de intentar dejar de fumar en un 16%” entre los fumadores, y que este efecto fue más acentuado entre las personas que pasan más tiempo en la calle, lo que indica que la prohibición y no otra cosa fue el condicionante principal que los animó a ello. Pero este ánimo para dejarlo apareció apenas entró el veto en vigor y duró aproximadamente tres años, luego se volvió a la normalidad.
El resultado final fue que la prevalencia del tabaquismo fue muy similar antes y después de la restricción. Eso no quiere decir que no fuese, en general, algo positivo: hubo más intentos de dejar la adicción, con lo que los usuarios pasaron más tiempo sin consumir, y la cantidad de cigarrillos consumidos por los fumadores también se redujo, especialmente entre los amantes de las actividades al aire libre.
A la vista de estos resultados podemos concluir que, igual que el resto de las políticas antitabaco negativas —basadas en la abstinencia— reforzadas ahora con el pretexto de la pandemia, el prohibicionismo puritano acosador del adicto no dan resultado, por lo que los legisladores deberían abandonar esa línea y apostar por métodos innovadores con enfoque positivo, como dontry.coach.
(*) Psicólogo
El resultado dicta que hay “evidencias sólidas de que esta prohibición aumentó la probabilidad de intentar dejar de fumar en un 16%” entre los fumadores, y que este efecto fue más acentuado entre las personas que pasan más tiempo en la calle, lo que indica que la prohibición y no otra cosa fue el condicionante principal que los animó a ello. Pero este ánimo para dejarlo apareció apenas entró el veto en vigor y duró aproximadamente tres años, luego se volvió a la normalidad.
El resultado final fue que la prevalencia del tabaquismo fue muy similar antes y después de la restricción. Eso no quiere decir que no fuese, en general, algo positivo: hubo más intentos de dejar la adicción, con lo que los usuarios pasaron más tiempo sin consumir, y la cantidad de cigarrillos consumidos por los fumadores también se redujo, especialmente entre los amantes de las actividades al aire libre.
A la vista de estos resultados podemos concluir que, igual que el resto de las políticas antitabaco negativas —basadas en la abstinencia— reforzadas ahora con el pretexto de la pandemia, el prohibicionismo puritano acosador del adicto no dan resultado, por lo que los legisladores deberían abandonar esa línea y apostar por métodos innovadores con enfoque positivo, como dontry.coach.
(*) Psicólogo
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