María Almenara
Como una bendición divina así ha caído el agua en nuestras islas, agua que ha corrido libremente por nuestros barrancos dejando tras si estampas que con poca regularidad podemos ver.
Esta agua y nuestras fértiles tierras forman un perfecto tándem que, como un matrimonio bien avenido, darán al mundo hijos que harán verdecer nuestras montañas, regará nuestros montes poniendo luces verdes donde, hasta ahora, prevalecía el color negro del nefasto fuego que un día cayó sobre ellos como una maldición.
Como ya es tradición, y ante la poca frecuencia que esto ocurre, muchas personas suben en sus coches para inmortalizar las torrenteras que con fuerza bajan ladera abajo hasta llegar a los barrancos que las espera con los brazos abiertos, y con fuerza, llevarla hasta nuestras resecas presas.
Dicen que la causante de este cambio climático es una tal Filomena llegada de Dios sabe donde pero que lo ha hecho con una fuerza inaudita.
Hasta nosotros llegó con viento y un frío al que no estamos acostumbrados, manteniéndonos en casa el mayor tiempo posible calentando nuestros cuerpos a base de chocolate bien caliente que al llegar al estómago nos cambia la cara.
No quiero pasar por alto hacer mención de esas personas, que incautas y fuera de toda lógica y precaución, han subido a las cumbres con el deseo de ver la nieve, una nieve que apenas ha llegado al suelo sin pensar los problemas que pueden causar por su imprudencia.
Pero, Filomena no ha sido tan benévola con la península donde ha dejado atrapado a miles de coches y personas durante horas. Muchas de ellas regresaban de su trabajo y otras se dirigían a él viéndose sorprendidos con por grandes avalanchas de nieve.
Disfrutemos de esta bendición que al fin nos ha llegado pero con prudencia y precaución.
Mary Almenara.
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