Marisol Ayala.
¿Qué espera Netflix para hacerse con la vida de Lola Flores y
descubrirla al mundo? Después de 25 años de su muerte seguimos
descubriendo facetas desconocidas, artísticas y personales de La
Faraona, una vida fascinante que vivió como quiso.
El lector se
preguntará qué hace Lola ocupando hoy una columna cuya línea durante sus
más de 15 años de vida ha servido para contar pequeñas grandes
historias, pero todo tiene una explicación. Como millones de personas he
sido y soy admiradora de Lola, he leído casi todo lo que se ha escrito
de ella así que durante el confinamiento me dediqué a recuperar al
personaje, sus entrevistas, sus programas, su dolor, su desgarro. Así
que en ese contexto, finalizado el confinamiento, la columna de hoy es
un regalo que me hago. El empujón último para escribir de ella me lo dio
El Dominical de La Provincia de hace una semana que le dedicó dos
reportajes, uno, por el aniversario de su muerte y otro sobre su arte:
De Faraona a icono pop. Lola lindaba con el analfabetismo, pero fue una
mujer inteligente, pilla, buscavidas, así la describen sus estudiosos.
Sus declaraciones públicas eran la bomba. Un día aconsejó meterse una
rayita o fumarse un porro para relajarse. Hablamos de finales de los
sesenta. O cuando un empresario catalán le pagó seis millones de pesetas
por una actuación y no pagó a Hacienda. Barbaridad. En el plano intimo
Lola reconocía que era una mujer ardiente y que antes de casarse con
Antonio González vivió romances con Onassis y Gary Cooper. Sus armas
para derribar muros eran estas. “La castidad no es lugar para pobres
pero he ganado dinero siempre y he sido libre para enamorarme”. Entre
tanto texto sobre Lola hay uno que pone el techo alto. The New York
Times dijo antes de una actuación de La Faraona en el Madison Square
Garden: “No canta, ni baila, pero no se la pierdan”.
fuente: https://marisolayalablog.wordpress.com/
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