domingo, 24 de mayo de 2020

Lola, carne de Netflix

 Marisol Ayala.
¿Qué espera Netflix para hacerse con la vida de Lola Flores y descubrirla al mundo? Después de 25 años de su muerte seguimos descubriendo facetas desconocidas, artísticas y personales de La Faraona, una vida fascinante que vivió como quiso.

El lector se preguntará qué hace Lola ocupando hoy una columna cuya línea durante sus más de 15 años de vida ha servido para contar pequeñas grandes historias, pero todo tiene una explicación. Como millones de personas he sido y soy admiradora de Lola, he leído casi todo lo que se ha escrito de ella así que durante el confinamiento me dediqué a recuperar al personaje, sus entrevistas, sus programas, su dolor, su desgarro.  Así que en ese contexto, finalizado el confinamiento, la columna de hoy es un regalo que me hago. El empujón último para escribir de ella me lo dio El Dominical de La Provincia de hace una semana que le dedicó dos reportajes, uno, por el aniversario de su muerte y otro sobre su arte: De Faraona a icono pop. Lola lindaba con el analfabetismo, pero fue una mujer inteligente, pilla, buscavidas, así la describen sus estudiosos. Sus declaraciones públicas eran la bomba. Un día aconsejó meterse una rayita o fumarse un porro para relajarse. Hablamos de finales de los sesenta. O cuando un empresario catalán le pagó seis millones de pesetas por una actuación y no pagó a Hacienda. Barbaridad. En el plano intimo Lola reconocía que era una mujer ardiente y que antes de casarse con Antonio González vivió romances con Onassis y Gary Cooper. Sus armas para derribar muros eran estas. “La castidad no es lugar para pobres pero he ganado dinero siempre y he sido libre para enamorarme”. Entre tanto texto sobre Lola hay uno que pone el techo alto. The New York Times dijo antes de una actuación de La Faraona en el Madison Square Garden: “No canta, ni baila, pero no se la pierdan”.
fuente:  https://marisolayalablog.wordpress.com/

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