miércoles, 2 de enero de 2019

¿POR QUÉ DECIMOS? QUIEN FUE A SEVILLA PERDIÓ SU SILLA.




Mary Almenara

Desde temprana edad recuerdo escuchar esta frase cuando una persona se levantaba del asiento que ocupaba. La que aprovechaba ese abandono sentaba sus reales a la vez que repetía la consabida frase.
Como muchos otros dichos continúa vigente, aunque la mayoría de las veces no sabemos su origen.
Según las fuentes que he consultado, la frase tiene muchos años sobre sus hombros. El hecho ocurrió en Sevilla allá por el siglo XV, tantos como los que tiene la picaresca española y que tan famosos nos ha hecho.

Todo parte de un rifirrafe entre un sobrino y un tío, arzobispos los dos y llamados ambos, Alonso de Fonseca. Ayer, como hoy, las aguas no bajaban mansas en esta España nuestra donde los escándalos políticos, al igual que en la actualidad, estaban a la orden del día, con el agravante de que por medio se encontraban involucrados algunos miembros de la iglesia.
La juventud del sobrino y su inexperiencia fue un hándicap para no poder solucionar tanto desbarajuste entre la clase política, por lo que se decidió a pedir ayuda a su tío. La solución fue intercambiarse los arzobispados hasta que las cosas amainaran y las aguas volvieran a su cauce.
Alonso de Fonseca tío, marchó a Galicia y el sobrino tomó el lugar de este en Sevilla. Una vez resuelto el problema el de Sevilla quiso volver a su tierra pero, el sobrino que se acostumbró al buen vino y el mejor jamón dijo que nanay que de allí no se iba ni con agua caliente.
Vista la actitud del joven, tuvo que intervenir el papa y el mismo rey Enrique IV. La cosa llegó a más y fueron ahorcados varios seguidores del joven arzobispo.
El pueblo, sabio como siempre, tomó el suceso con un poco de ironía y decían “Quien se fue de Sevilla perdió su silla”
Con el tiempo la frase ha ido cambiando hasta llegar a como la conocemos ahora.
Estimados lectores, les deseo un feliz y próspero año nuevo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario