Mary Almenara
Desde temprana edad recuerdo escuchar esta frase
cuando una persona se levantaba del asiento que ocupaba. La que aprovechaba ese
abandono sentaba sus reales a la vez que repetía la consabida frase.
Como muchos otros dichos continúa vigente, aunque la
mayoría de las veces no sabemos su origen.
Según las fuentes que he consultado, la frase tiene
muchos años sobre sus hombros. El hecho ocurrió en Sevilla allá por el siglo XV,
tantos como los que tiene la picaresca española y que tan famosos nos ha hecho.
La juventud del sobrino y su inexperiencia fue un hándicap
para no poder solucionar tanto desbarajuste entre la clase política, por lo que
se decidió a pedir ayuda a su tío. La solución fue intercambiarse los arzobispados
hasta que las cosas amainaran y las aguas volvieran a su cauce.
Alonso de Fonseca tío, marchó a Galicia y el sobrino
tomó el lugar de este en Sevilla. Una vez resuelto el problema el de Sevilla
quiso volver a su tierra pero, el sobrino que se acostumbró al buen vino y el
mejor jamón dijo que nanay que de allí no se iba ni con agua caliente.
Vista la actitud del joven, tuvo que intervenir el
papa y el mismo rey Enrique IV. La cosa llegó a más y fueron ahorcados varios
seguidores del joven arzobispo.
El pueblo, sabio como siempre, tomó el suceso con un
poco de ironía y decían “Quien se fue de Sevilla perdió su silla”
Con el tiempo la frase ha ido cambiando hasta llegar
a como la conocemos ahora.
Estimados lectores, les deseo un feliz y próspero
año nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario