Autora Marisol Ayala.
En Las Palmas de Gran Canaria está a punto de constituirse la
Asociación de Adoptados, niños que ya no lo son, claro. Fueron
coincidiendo y una vez se sinceraron confirmaron que tenían el mismo
origen, la adopción, y le dieron vueltas a la cabeza. Hombres y mujeres.
Entendieron que habiendo tenido la ilusión de compartir una familia
numerosa, unirse,
era una buena idea, tal vez cubrir un vacío de los centros de
acogida. La mayoría fueron adoptados por matrimonios sin hijos o como
mucho con uno. Los impulsores de la asociación tienen edades por encima
de los 40 años. Conocí a tres componentes que me contaron su intención y
tuve curiosidad por saber algo más. Y entonces supe que es tal el
agradecimiento que tienen a sus padres adoptivos que si siendo
adolescentes ocultaban sus orígenes hace tiempo que la gratitud a los
papis que los rescataron de la incertidumbre merecen saber que nunca les
cambiarían por nadie.
Hasta tal punto, que se plantean en el primer encuentro organizar una
especie de fiesta sorpresa en la que solos en la intimidad de invitados
seleccionados agradecer el cariño el cobijo y el compromiso que
asumieron.
Los adoptados tienen recuerdos frescos de los días en los que
conocieron a sus padres. Sus relatos están llenos de emoción. Muchos
recuerdos. Pero la magia ha posibilitado que la mayoría no quiera pasar
la línea roja de los recuerdos. «Yo tenía nueve años y estaba en un
centro de acogida en Barcelona. Lo que más grabando tengo de aquellos
años ha sido el patio, el olor a barniz y el sonido de la campana»,
cuenta quien hoy vive en Canarias y cuida con esmero a quienes son sus
padres. Se los come a besos. Tiene 49 años, dos hijos y una gratitud
enorme. «De mi madre biológica no tengo ni un recuerdo. He sabido que
tuvo siete hijos y pidió ayuda a Menores de Galicia. Allí entré con dos
años hasta que un día, cuatro más tarde, me sacaron de clase. Un hombre y
una mujer me subieron a un coche y pronto supe que viviría con ellos».
Una mujer, hoy madre de dos niñas, dice que la primera vez que salió
de Madrid fue para viajar a Las Palmas Gran Canaria. Viajó con una
señora, su tía adoptiva .No sabía cuál era su destino pero con nueve
años era lógico. Eso sí, lo que cautivó a la pequeña fue la playa.
Era la primera vez que veía el mar y estrenaba una nueva vida.
FUENTE: https://marisolayalablog.wordpress.com/
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