lunes, 13 de febrero de 2017

CONSPIRACIÓN CANARIA DE SILENCIO PARA ENCUBRIR A UN COMISARIO TORTURADOR



POR M. RELTI / CANARIAS SEMANAL



   Se cumplen, justo en este mes de febrero, 45 años de un hecho excepcional que iba a condicionar la historia política del Estado español. Corría el año 1981, y la tensión política que se respiraba en el país sobrepasaba con creces los límites de lo que hasta entonces se había conocido. Las esferas del poder aún no habían acabado de “redondear” la operación transición política. Pese a sus “avances” en el control de la sociedad española, todavía quedaban demasiados cabos sueltos que no garantizaban los buenos resultados de laoperación a medio plazo.



    
Es cierto que los aparatos del Estado habían logrado construir la bisagra constitucional que les permitía  enlazar la estructura de la dictadura con la de la monarquía. Además, a aquel apaño institucional ya se habían sumado de lleno el Partido Comunista de España, encabezado por Santiago Carrillo y unPSOE que, si bien no disponía todavía de un apoyo organizado en el seno de la sociedad española, contaba, no obstante, con el valioso reconocimiento de lasburguesías europeas y de los Estados Unidos.



      Con todo, la calle aún no había sido sometida. Al calor de una crisis económica devastadora, un torrente de reivindicaciones laborales agitaba la sociedad española, sin que los dos grandes sindicatos oficiales, Comisiones Obreras y UGT, que ya habían iniciado su actual trayectoria reformista, pudieran controlarlas.



        Simultáneamente, las conspiraciones militares se multiplicaban sin que el Estado mostrara capacidad alguna para desarticularlas. Grupos y organizaciones fascistas, afectas al aparato burocrático del franquismo, atacaban a las manifestaciones de izquierda, ocasionando un gran número de muertes en una transición política a la que sus artífices se empeñaban en presentar como"pacífica”.



      Hoy  sabemos hasta qué punto se conspiraba en los niveles más altos del Estado. Ya ha dejado de ser un secreto bien guardado que máxima magistratura del Estado, el rey, participaba en los concilios de los círculos más ultraderechistas del Ejército y, posiblemente también, del poder económico, para intentar “reconducir" la situación a través de un golpe de timón, si ello fuera preciso.



      Pero las conspiraciones no sólo fueron de la derecha ultramontana. Hoy sabemos que en aquellas conjuras participaron todos, sin especial diferencias de colores. Desde el PCE, con Ramón Tamames, hasta el PSOE, con Múgica Herzog. Las motivaciones tenían  origenes diferentes e incluso contradictorios. Pero con señaladas excepciones,  como las del teniente coronel Tejero y sus turiferarios acompañantes, todos los conspiradores  estaban interesados en que la "criatura" recientemente engendrada pudiera gozar  de salud durante  los siguientes decenios. Era mucho lo que estaba en juego.



   Paralelamente, la organización militar vasca ETA había emprendido una potente ofensiva en todos los frentes, que ante propios y extraños cuestionaba la viabilidad de la propia operación de la  transición política.




ASESINATO EN UNA COMISARÍA MADRILEÑA



      En ese tenso contexto de agitación social y política, el día 13 de febrero de 1981  fue detenido por la policía en Madrid, José Arregi, un vasco de treinta años, camionero de profesión. Se trataba, según el Ministro del Interior, de un presunto miembro de la organización armada Euskadi ta Askatasuna (ETA). En virtud de las leyes antiterroristas en vigor, el detenido permaneció nueve días incomunicado en los calabozos de la Seguridad del Estado, sometido a"intensos" interrogatorios policiales. El noveno día, cuando fue trasladado a prisión, su cuerpo se había convertido en una auténtica piltrafa. Las autoridades penitenciarias, atemorizadas por el aspecto que presentaba, dieron órdenes inmediatas de ingresarlo en la Prisión-Hospital de Carabanchel. De acuerdo con lo que declaró luego un alto cargo del Ministerio de Justicia, cuyo titular era entonces Fernández Ordoñez“Arregi llegó a Carabanchel destrozado". Sus condiciones físicas eran de tal gravedad que el jóven camionero detenido moría días después en la prisión de Carabanchel, como consecuencia de las torturas a las que había sido sometido. Nunca se pudo saber si José Arregi era o no realmente un militante de ETA.



     Uno de los autores de aquellos "interrogatorios" fue el policía miembro de la brigada político-social Antonio Gil Rubiales. En el curso de los años siguientes, después de innumerables triquiñuelas burocráticas, juicios amañados y anulados, escándalos en la prensa internacional y, finalmente, nuevos juicios, el policía Gil Rubiales, pese a ser considerado por el tribunal que lo sentenció, responsable de las torturas que ocasionaron la muerte al camionero vasco, fue condenado solo a leves sanciones administrativas, sin que ninguna de ellas conllevara siquiera la pérdida de su condición de policía.



EL COMISARIO TORTURADOR SENTENCIADO POR LA MUERTE DE ARREGI, NOMBRADO JEFE PROVINCIAL DE LA POLICÍA CANARIA


       Lo sorprendente del caso es que años después - entre el 2004 y el 2005 - policía torturador Gil Rubiales se trasladó Archipiélago canario y fue nombrado Jefe Provincial del Cuerpo Nacional de Policía de Santa Cruz de Tenerife. Su nombramiento corrió a cargo del“socialista", por entonces delegado gubernativo del PSOE, José Segura Clavell. Según nos aseguraron por aquellas fechas diferentes fuentes,Segura Clavell conocía al detalle la biografía criminal de su nominado. Pero, cínicamente, justificó su nombramiento porque según él, "Gil Rubiales era un hombre de notoria eficacia". 




       Puestos al corriente de la trayectoria de Gil RubialesCanarias Semanalrecopiló toda la documentación existente en las hemerotecas sobre el crimen de Arregui y redactó un reportaje con todo el relato de la detención, tortura y muerte del camionero vasco, así como de las sentencias y pruebas judiciales contra el recién nombrado Jefe Provincial. Nuestros lectores disponen de un enlace al mencionado reportaje pulsando aquí.



LA CONSPIRACIÓN DE SILENCIO

     Cierto es que el delegado gubernativo Segura Clavell fue el autor de la felonía del nombramiento de un torturador para la custodia de la seguridad de los tinerfeños. Pero él no fue el único responsable. La biografía criminal del comisario José Antonio Gil Rubiales era conocida por todos los políticos que entre los años 2004 -2007 estaban en ejercicio en las instituciones delArchipiélago. Ninguno de ellos elevó timidamente la voz ni siquiera para decir que la seguridad de los tinerfeños no se merecía ese regalo. Pero también la conocían organizaciones políticas, sociales y sindicales de izquierdas que  en aquella época carecían de cargos publicos.



     Casi todo el mundo calló. Las Asociaciones progresistas de abogados canarios, la casi totalidad de los partidos políticos y los medios de comunicación conocían  la catadura moral del policía Gil Rubiales, así como su negro historial. El periódico digital socialdemócrata "Canarias Ahora" suprimió un comentario escrito por un lector que se quejaba de su silencio cómplice, alegando que "no existían pruebas" de tales torturas. Ellos eran, no obstante, conocedores de que no sólo existían pruebas, sino que también  habían sentencias judiciales. Solo la prensa vasca, tanto de derechas como de izquierdas, numerosisimas webs alternativas de todo el Estado y del exterior, así como  el semanario madrileño Diagonal, se hicieron eco de nuestra denuncia. El resto fue silencio y complicidad. La prensa de papel de las dos provincias canarias cumplió a pie juntillas con la funcion histórica  que  le ha sido encomendada a lo largo de los dos últimos siglos: poner la mordaza a todo aquello que estimaran podía quebrar el sosiego de las clases cuyos intereses representan y defienden.




        Gil Rubiales falleció hace unos años. Murió al pie del cañón, ejerciendo su cargo de Jefe Provincial de la Policía Nacional en Santa Cruz de Tenerife.Las necrologias de la prensa tinerfeña sobre su biografía resultaron sobrecogedoras. No sólo no hubo ninguna mención al hecho más memorable de la vida profesional de Antonio Gil Rubiales, sino que las notas   escritas por los gacetilleros de la prensa local fueron de una lisonja que resultaba repugnante.Andrés Chaves, posiblemente el periodista menos querido de la historia de la isla de Tenerife, comentó en uno de sus frecuentes  cotilleos de prensa que los rumores que corrían acerca del pasado de Gil Rubiales eran solo cosillas del pasado del policía que ya estaban olvidadas. A las exequias del policía fallecido no solo acudió la derecha caciquil de la Isla,  sino también la plana mayor del PSOE, encabezada por su secretario general de entonces, Juan Carlos Alemán, hoy también desaparecido, acompañado por José Miguel Rodríguez Fragaalcalde del municipio de Adeje y actual  presidente de la  gestora del PSOE canario. Todo un retrato de familia

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