Hoy hay menos censura que antes, pero la autocensura es más fuerte. Muchos medios no hablan de determinados temas por temor a perder publicidad, a las críticas o a ir a los tribunales. Son los propios medios los que renuncian a la libertad de expresión. Son los números los que tiran reportajes, no la palabra. Es la economía la que ha matado la libertad de expresión.
El primer párrafo no lo escribí yo. No me señalen con el dedo anunciantes, editores o políticos que en los últimos días se han apuntado a la defensa de la libertad de expresión. El primer párrafo son las declaraciones que hizo Charb, el director de la revista “Charlie Hebdo” en una entrevista publicada en El Mundo hace un año. Charb, que fue asesinado junto a sus compañeros de redacción y dos policías, tenía claro que las amenazas de los fundamentalistas del Islam no son los únicos peligros para la libertad de expresión de los medios en el llamado mundo occidental. Hay otras amenazas que no llegan de la mano de fanáticos armados con fusiles Kalashnicov. Son amenazas que no matan así de golpe, sino que van dejando morir a periodistas o publicaciones a las que se veta o retira patrocinios publicitarios si critican más de lo que ellos consideran conveniente.Creo que el mejor homenaje que uno puede hacer a las víctimas del fanatismo es no traicionar su mensaje. Y lo que hemos visto estos días en tinta impresa, en digitales, en redes y en tertulias es una sucesión de lugares comunes, de declaraciones de mandamases políticos, empresariales y mediáticos que defienden la libertad de expresión con la misma sinceridad que respaldan el derecho a una vivienda digna, a un trabajo bien remunerado o a una infancia feliz. Todavía con los periódicos en los kioskos con las portadas de la manifestación del domingo, los representantes de esa élite política que recorría las calles parisinas alejada de las masas ya estaban el lunes anunciando que nos van a recortar las libertades para hacernos más libres, no sé si Alá será grande, pero la sombra de Bush es alargada.
No puedo hacer análisis del yihadismo porque no tengo conocimientos suficientes. Pero mi profesión tiene que ver con la libertad de expresión (que no es lo mismo que la libertad de empresa) y con el derecho a la información veraz (que es lo contrario de la propaganda). Y después de 23 años de oficio tengo que decir que el Rajoy de la Ley Mordaza y los mandamases políticos y empresariales que guardaron un minuto de silencio por las víctimas de Charlie Hebdo en el Auditorio de Fuerteventura (con el Mencey Rivero a la cabeza) son las últimas personas a las que yo dejaría la defensa de mi libertad de expresión. Ese minuto de silencio contrasta con los años de silencio por el secuestro de El Jueves o en el caso de Canarias, de sentencias inquisidoras contra la revista satírica de Lanzarote El Agitador.com
En la biblioteca de mi casa tengo un ejemplar de la biblia junto a un libro de la mitología griega y otros de leyendas guanches. Pueden ser unas buenas fuentes para escribir algún artículo o simplemente disfrutar de las metáforas, como podría serle un ejemplar de El Corán. Pero no me pidan que me crea esos libros, sus personajes me merecen el mismo respeto que el Quijote de Cervantes, la Teresa de Kundera, la Yarince de Gioconda Belli o el Eladio Monroy de Ravelo. Esas ficciones conviven en mis estanterías con el ensayo “Contra todos los dioses” del filósofo inglés A.C. Grayling. El ensayo del profesor británico cuestiona que los credos religiosos merezcan respeto por sí mismos. Dice Grayling que “ha llegado la hora de decirle en voz alta a los creyentes que sus decisiones personales son irracionales. Todo el mundo es libre de creer lo que quiera, siempre y cuando no moleste (ni coaccione, ni mate) a los demás; pero nadie tiene derecho a reclamar privilegios por el simple hecho de ser devoto de una u otra de las muchas religiones del mundo.” Sería bueno que se leyeran el libro de Grayling los gobernantes de este país donde los obispos contratan y despiden (aplicando de forma fundamentalista sus doctrinas) a profesores de escuelas públicas y donde pronto lo podrán hacer los imanes porque tienen el mismo ¿derecho? Que desde la escuela aprendan que no hay ningún paraíso esperándoles, ni Dios ni Alá vigilándolos. El cielo y el infierno están aquí abajo, al cielo llegaremos con la risa y la ternura, al infierno con kalashnicovs, drones o bombas de racimo. Dicho sea sin permiso de los dioses.
@juanglujan
https://juanglujan.wordpress.com/
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