… ya ni Cáritas ni nada. Si usted tiene hambre,
escóndase bien, que no lo vea nadie (o naide), pero salga todo el mundo a
chupar leche de tabaiba dulce. No coja usted rama alguna, que pueda delatar la
chupada; usted, haga un pique, un rasguño, un toque sin más, y péguese a tan
pegajoso producto y chupe, y chupe, y límpiese bien los bezos, no sea que
alguien descubra su delito: comer de la planta protegida (como la del Paraíso
Terrenal), es decir de la tabaiba.
Pero ándese con cuidado, y no me refiero
ahora a que lo descubran cometiendo el delito ya dicho, sino que elija bien y
no se lance sin más a chupar, usted sea cauto y no sea que la tabaiba sea
amarga, se envenene, aunque libre de no envenenarse con la leche dulce no quede
o esté, si se pasa en la dosis, que es también amarga, y así usted alimentado
con leche (y no de cabras, porque si
sueltas te las mata el cabildo a tiros, y si en corrales a pienso el queso y
leche apesta, tome leche de tabaiba fresca, y sin pasteurizar, de la rama o
tronco directamente a su estómago y así usted un tabaibo (nombre que puse a uno
de mis muchos lagartos que cuido), se vuelva. Sus excrementos y orina, no hace
falta le diga el color con los que van a salir, pero eso, ¡eso es lo de menos!
Lo demás es que con tantas tabaibas en nuestro suelo patrio insular, aquí ya
nadie hambre va a pasar, pero insisto, no caigan en la tentación de llevarse un
ejemplar a su casa, y meterlo en la nevera, que si te descubren te desgracian;
usted, siga mi consejo, salga a las afueras, camine un poco y pronto tendrá al
alcance el manjar de una taza de leche servida al natural, completa, fresca y
gratis, siempre y cuando no te descubran los del cabildo, ¡y caro te saga la
chupada!
El Padre Báez.
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