¿Cómo se prepara la anchoa? ¿Cómo probarla? ¿Dónde? Viaje a esta villa marinera cántabra en busca del sabor
Rodeada de playas espectaculares y frente por frente de Laredo, Santoña es un pueblo cuya historia está irremediablemente unida a la de las anchoas. Todo empezó a finales del S. XIX cuando los sicilianos arribaron a estas costas en busca de un caladero que les permitiese conseguir los pescados apropiados para seguir produciendo anchoas en salazón una vez que agotaron los suyos. Hasta entonces el bocarte, que es como se llama el pez antes de ser procesado con vinagre (boquerón) o en salazón y conservado en aceite (anchoa), apenas sí era consumido por aquí puesto que se desconocía la técnica. Y, aunque en un principio, la idea era simplemente capturarlo, procesarlo y exportarlo a su país, los italianos terminaron por quedarse fundando las bases de la industria conservera que todavía hoy funciona como uno de los principales motores económicos de Santoña y de otros municipios vecinos como Castro Urdiales. De ahí que aun sean bastante frecuentes los apellidos italianos en esta zona.
De vuelta a Santoña hay todo un barrio repleto de fábricas conserveras que están abiertas al público para la que la gente pueda conocer de cerca cómo se elaboran las anchoas, degustarlas y, por supuesto, comprarlas al final a muy buen precio. El proceso es particularmente laborioso y muy delicado y, en función de cuando se visite la fábrica, se podrán ver unas fases u otras ya que la costera del bocarte, o sea, la temporada de pesca tiene lugar entre marzo y junio aproximadamente. Por tanto, si su visita coincide con esas fechas, resulta altamente recomendable asistir al espectáculo que tiene lugar en la lonja cuando llegan los barcos a descargar y subastar las capturas del día.
Sin contar con que los que salen a la mar son los hombres, el mundo de la anchoa ha sido siempre un universo eminentemente femenino. Ellas son las que madrugan para ir cada día a las fábricas y las que se preocupan de cuidar hasta el más mínimo detalle para garantizar la máxima calidad de un producto que, cuando es bueno, no tiene parangón. Básicamente, el proceso comienza en primer lugar con la recepción del bocarte en la fábrica y el lavado en salmuera para seguir con el descabezamiento y eviscerado y el salazonado. Después vienen al menos seis meses de maduración en toneles en los que se disponen por capas y cubiertas de sal para seguir con el escaldado o «sobado», el corte, el exprimido, el fileteado y el envasado cubriéndolas con aceite de oliva virgen para garantizar su sabor más auténtico. Es curioso que al abrir una lata o un tarro nos encontremos con un papelito con un número que indica quién ha sido exactamente la señora que ha supervisado que cada una de las anchoas que vienen en ese envase cumple con los estándares de calidad establecidos.
La figura de las mujeres conserveras es tan importante y valorada en Santoña que hay una monumento que honra su trabajo junto a la plaza de San Antonio. Además, este año la XV Feria de la Anchoa de Santoña, que tuvo lugar a principios de mayo llevaba por lema «En femenino y plural», un eslogan con el que se les quería rendir homenaje.
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