En la zona de acceso restringido hay un tipo con traje protector, guantes y mascarilla. Su figura se mueve alrededor del paciente, parece estar realizando alguna clase de tratamiento, pero no es un médico. Los habitantes de la zona le conocen como el "doctor Hoja" y es algo parecido a un chamán o un curandero local. Los voluntarios de Médicos sin Fronteras (MSF) le han dejado acceder con la condición de que mantenga todas las precauciones y evite el contacto con el enfermo. "En todas estas crisis", explica Luis Encinas, "hay una parte muy grande de negociación. El enfermo nos pidió que, ya que no podíamos curarle, le dejáramos probar con su medicina tradicional. Y como para él era importante, accedimos con todas las precauciones".
La escena tuvo lugar hace unos días en Macenta, en el interior de Guinea, uno de los principales focos del nuevo brote del virus del Ébola que ha acabado con la vida de un centenar de personas y se ha extendido por algunos países vecinos. Se trata de la sexta intervención de Luis Encinas como enfermero de MSF en un caso de fiebres hemorrágicas. Antes estuvo en los brotes de Congo, Uganda, Angola y Kenia, y sabe muy bien que en ocasiones es tan importante conocer la cultura local como el dispositivo médico. Hace unos días, por ejemplo, los voluntarios tuvieron que interrumpir temporalmente su actividad en Macenta porqueapedrearon sus vehículos y equipos. Algunos les culpan de haber llevado la enfermedad, y hay quienes creen que aíslan a sus familiares para hacer experimentos con ellos.
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