Las
hembras de hienas, que dominan agresivamente a sus machos, son un ejemplo del
efecto de una hormona típicamente masculina.
Cuando
un niño está creciendo en el útero materno, los andrógenos (hormonas
masculinas) que él mismo produce son los responsables del desarrollo de los
órganos sexuales (pene, próstata, testículos) y es lo que los diferencia de las
mujeres, al punto que si estos andrógenos fetales estuvieran bajos o ausentes
el niño nacería genéticamente varón pero con ciertas características femeninas.
Durante
la pubertad y a través de la adultez la testosterona (hormona que se produce en
los órganos reproductores masculinos), es responsable de la producción
espermática, de la respuesta sexual y de los caracteres masculinos; aumenta la
excitación sexual, en el adolescente varón empieza a desarrollarse el
crecimiento piloso (crecen pelos en las piernas y brazos, la barba y el pecho,
y en la zona del pubis). Aumenta su masa muscular, la fortaleza ósea y la voz
se vuelve más grave. Aumentan las erecciones y se producen eyaculaciones
(incluso durmiendo)
Según
los expertos, la regulación hormonal que cada persona posee, es la que nos hace
presentar un compartimiento biológico masculino o un comportamiento biológico
femenino a la hora de experimentar estas situaciones. La testosterona es la
principal hormona sexual masculina, ya que la mujer la produce también
diariamente pero en mucha menor cantidad.
El
hipotálamo masculino se ve muy influenciado por la segregación hormonal
masculina. La testosterona masculina sirve de agente inhibidor de algunas
hormonas. Se puede decir que el hombre ve afectada su actividad vital por las
hormonas que segregan sus órganos genitales.
El
incremento en los niveles de testosterona en sangre está asociado con el
comportamiento masculino, la agresividad y el incremento del deseo sexual.
El
influjo de la testosterona cuando el feto está formándose en el útero materno
hace mucho más que establecer las características sexuales externas, se puede
afirmar que la testosterona potencia un cerebro masculino y la ausencia de
testosterona lo feminiza.
En la
mayoría de las especies, los machos son más agresivos que las hembras. En 1959,
los fisiólogos Charles Phoenix, Robert Goy, Arnold Gerall y William Young
llevaron a cabo un estudio que se consideró un hito en la historia de la Medicina. Si
inyectaban grandes dosis de testosterona a conejillos de indias hembra, sus
crías hembra desarrollaban tanto ovarios como genitales masculinos. Si se
extirpaban los ovarios y las hembras así manipuladas recibían nuevas dosis de
testosterona, se comportaban como machos, incluso montando a otras hembras: el
gesto de dominancia masculina en muchas especies.
Robert
Goy confirmó los efectos de la testosterona en monos rhesus. No solamente el
comportamiento de la hembra se masculiniza, sino que la corpulencia de los
machos depende del tiempo que ha estado expuesto a esa hormona antes del
nacimiento.
Los
estudios con monos rhesus muestran que sus niveles de testosterona descienden
cuando han tenido un fracaso social y aumentan, en cambio, cuando viven un
momento de triunfo. Otros experimentos indican que el estrés emocional puede
cambiar las tasas hormonales en hembras de roedores, lo que influiría
posteriormente en la estructura del cerebro de sus fetos.
Estudiando
fetos de ratas y ratones se ha visto aún más claramente la importancia de la
exposición temprana a andrógenos. Si en el útero se desarrolla un feto de macho
entre los fetos de 2 hembras, dicho macho será menos agresivo de lo normal. Y
al contrario: si es una hembra la que se desarrolla entre 2 machos, ésta hembra
será mucho más agresiva de lo normal.
Un caso
particularmente llamativo es el de las hienas. Las hembras de hienas tienen un
falso pene y caracteres masculinos. Además, tienen unos niveles de testosterona
inusualmente altos, lo cual hace que sean tremendamente agresivas, y compitan y
luchen tanto con machos como con hembras. Esta masculinización de sus
caracteres posiblemente esté causada por haber estado expuestas a altos niveles
de testosterona desde su gestación. De hecho, cuando se elimina la testosterona
del útero, las hienas hembras son más pacíficas y toleran que un macho se
alimente a su lado, cuando lo normal es morderle y no permitir que se acerque a
la comida.
Históricamente
se ha relacionado la testosterona con la agresividad masculina y se ha
comprobado con sus niveles varían en función de las circunstancias. Por
ejemplo, un hombre cuya pareja ha tenido recientemente gemelos tiene una bajada
de testosterona. Lo mismo en situaciones de estrés. También se ha demostrado
que antes del divorcio y durante la fase inmediata del mismo aumento el nivel
de testosterona. Algunos expertos lo relacionan con la necesidad de buscar una
nueva pareja.
Pero lo
más curioso es como afecta en la sexualidad masculina. Recientemente, un
transexual que originariamente era mujer y al que inyectaban testosterona cada
dos semanas describió a los científicos que su sexualidad había cambiado. Ya no
necesitaba actos preliminares y entendía la relación como un objetivo a
cumplir, así que iba directamente a concluirlo y detenerse en las fases
preliminares que le fueron tan importantes cuando era mujer.
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