jueves, 17 de abril de 2014

AGRESIVIDAD MASCULINA Y TESTOSTERONA


Las hembras de hienas, que dominan agresivamente a sus machos, son un ejemplo del efecto de una hormona típicamente masculina.
Cuando un niño está creciendo en el útero materno, los andrógenos (hormonas masculinas) que él mismo produce son los responsables del desarrollo de los órganos sexuales (pene, próstata, testículos) y es lo que los diferencia de las mujeres, al punto que si estos andrógenos fetales estuvieran bajos o ausentes el niño nacería genéticamente varón pero con ciertas características femeninas.
Durante la pubertad y a través de la adultez la testosterona (hormona que se produce en los órganos reproductores masculinos), es responsable de la producción espermática, de la respuesta sexual y de los caracteres masculinos; aumenta la excitación sexual, en el adolescente varón empieza a desarrollarse el crecimiento piloso (crecen pelos en las piernas y brazos, la barba y el pecho, y en la zona del pubis). Aumenta su masa muscular, la fortaleza ósea y la voz se vuelve más grave. Aumentan las erecciones y se producen eyaculaciones (incluso durmiendo)
A medida que los varones envejecen, los niveles de testosterona decrecen, llegando a niveles bajos en sangre. A este estado se lo ha llamado “andropausia”.
Según los expertos, la regulación hormonal que cada persona posee, es la que nos hace presentar un compartimiento biológico masculino o un comportamiento biológico femenino a la hora de experimentar estas situaciones. La testosterona es la principal hormona sexual masculina, ya que la mujer la produce también diariamente pero en mucha menor cantidad. 
El hipotálamo masculino se ve muy influenciado por la segregación hormonal masculina. La testosterona masculina sirve de agente inhibidor de algunas hormonas. Se puede decir que el hombre ve afectada su actividad vital por las hormonas que segregan sus órganos genitales. 
El incremento en los niveles de testosterona en sangre está asociado con el comportamiento masculino, la agresividad y el incremento del deseo sexual.
El influjo de la testosterona cuando el feto está formándose en el útero materno hace mucho más que establecer las características sexuales externas, se puede afirmar que la testosterona potencia un cerebro masculino y la ausencia de testosterona lo feminiza. 
En la mayoría de las especies, los machos son más agresivos que las hembras. En 1959, los fisiólogos Charles Phoenix, Robert Goy, Arnold Gerall y William Young llevaron a cabo un estudio que se consideró un hito en la historia de la Medicina. Si inyectaban grandes dosis de testosterona a conejillos de indias hembra, sus crías hembra desarrollaban tanto ovarios como genitales masculinos. Si se extirpaban los ovarios y las hembras así manipuladas recibían nuevas dosis de testosterona, se comportaban como machos, incluso montando a otras hembras: el gesto de dominancia masculina en muchas especies.
Robert Goy confirmó los efectos de la testosterona en monos rhesus. No solamente el comportamiento de la hembra se masculiniza, sino que la corpulencia de los machos depende del tiempo que ha estado expuesto a esa hormona antes del nacimiento.
Los estudios con monos rhesus muestran que sus niveles de testosterona descienden cuando han tenido un fracaso social y aumentan, en cambio, cuando viven un momento de triunfo. Otros experimentos indican que el estrés emocional puede cambiar las tasas hormonales en hembras de roedores, lo que influiría posteriormente en la estructura del cerebro de sus fetos.
Estudiando fetos de ratas y ratones se ha visto aún más claramente la importancia de la exposición temprana a andrógenos. Si en el útero se desarrolla un feto de macho entre los fetos de 2 hembras, dicho macho será menos agresivo de lo normal. Y al contrario: si es una hembra la que se desarrolla entre 2 machos, ésta hembra será mucho más agresiva de lo normal.
Un caso particularmente llamativo es el de las hienas. Las hembras de hienas tienen un falso pene y caracteres masculinos. Además, tienen unos niveles de testosterona inusualmente altos, lo cual hace que sean tremendamente agresivas, y compitan y luchen tanto con machos como con hembras. Esta masculinización de sus caracteres posiblemente esté causada por haber estado expuestas a altos niveles de testosterona desde su gestación. De hecho, cuando se elimina la testosterona del útero, las hienas hembras son más pacíficas y toleran que un macho se alimente a su lado, cuando lo normal es morderle y no permitir que se acerque a la comida. 
Históricamente se ha relacionado la testosterona con la agresividad masculina y se ha comprobado con sus niveles varían en función de las circunstancias. Por ejemplo, un hombre cuya pareja ha tenido recientemente gemelos tiene una bajada de testosterona. Lo mismo en situaciones de estrés. También se ha demostrado que antes del divorcio y durante la fase inmediata del mismo aumento el nivel de testosterona. Algunos expertos lo relacionan con la necesidad de buscar una nueva pareja.

Pero lo más curioso es como afecta en la sexualidad masculina. Recientemente, un transexual que originariamente era mujer y al que inyectaban testosterona cada dos semanas describió a los científicos que su sexualidad había cambiado. Ya no necesitaba actos preliminares y entendía la relación como un objetivo a cumplir, así que iba directamente a concluirlo y detenerse en las fases preliminares que le fueron tan importantes cuando era mujer. 

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