Texto | Fotos: Javier Brandoli
En el Bósforo los barcos avisaban a los pájaros de que llegaba más temprana esta noche la niebla. En mi ordenador leía un email de un hotel de Sudán que amablemente se ofrecía a ayudarnos en la ardua tarea de conseguir un visado en aquel país. Aquella mañana el consulado de Sudán en Estambul nos había dado un portazo en la cara.
Un inmenso bigote que camuflaba una cara acertó a explicarnos en un complicado inglés que el camino más cerca que teníamos para atravesar este inmenso país africano era volvernos a casa. La solución no nos pareció buena y nos despedimos con un good bye que él contestó con un welcome.
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