Una de las razones que deben propulsar nuestros viajes, entre tantas otras, es la mera consignación de que lo que nos contaron es real. A veces, para demostrarnos que lo contado era exagerado (cuántas veces hemos descubierto que tal o cual lugar no era para tanto); otras veces para descubrir rincones de los que nadie habló. También para desmontar mitos o estereotipos (¿de verdad alguien que ha viajado al sur de Alemania puede afirmar que los alemanes son cuadriculados?).
Y en ocasiones, también, para descubrir sencillamente que lo que nos dijeron no está allí realmente.Que la gente repetía como loros porque nadie viajaba allí a comprobarlo.
Los errores son mínimos, lo suficientemente pequeños como para no molestar a los usuarios. Un callejón que no existe, por ejemplo. O introduciendo unas curvas en una calle que no existen en la realidad. O dibujando un carril estrecho para una calle que en realidad es importante. O alterando algún nombre de la calle.
Si queréis visitar alguna calle trampa en España, el caso más célebre está en La Rioja. Tanto en Google Earth como en Google Maps, en el término municipal de Alfaro, aparece una población llamadaEixt. Sin embargo, que no se os ocurra acercaros hasta allí. En realidad, Eixt no existe (irónicamente su nombre casi puede leerse como «Existe»).
En Alemania también podéis encontrar muchas calles trampa. Sólo en Zeuthen, se reflejan cuatro calles que en realidad no existen (Wiesenstrasse, Adolph-Menzel-Ring, Otto-Nagel-Allee, Max-Liebermann-Strasse y Otto-Dix-Ring). Estas calles aparecen dibujadas en el interior de un bosque. Las calles reales, sin embargo, están más al norte.
Pero esto son minucias. Si realmente queréis ver (o no ver) algo grande deberéis ir a África. Imaginad toda una cordillera montañosa de mentira.
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