Este año, se ha cumplido con un maldito centenario:
el del cabildo. El cabildo ha logrado acabar con la agricultura y con la
ganadería, gracias a las multas a los campesinos, de los que se mantienen, esa
obsoleta institución, que repite el gobierno autónomo y nos engrosan un súper o
doble, bis u otro gobierno más, donde solo ha creado conflictos en la sociedad,
ha alimentado un para-ejército militar que controla la situación campesina, y
ha llenado de leyes ridículas y absurdas el campo, y ha echado del mismo a sus
moradores de siempre, para dejar que la tabaiba se expanda por todas partes.
Reina pues, el desconcierto en el campo, donde el cabildo no permite hacer nada
absolutamente, sin que encuentre rebeldía en contra sino sumisión y miedo por
las elevadísimas multas con las que sanciona lo más elemental (limpiar un
camino, plantar un olivo, quemar dentro de un bidón la poda de un ciruelero,
etc., etc.), sembrando no ya de miedo, sino de terror al campo y al campesinado,
que ha perdido el control del campo, según estaciones, costumbres y tradición
(ya ni se poda, ni se cultiva, ni hay ganadería [el pastoreo desaparece, vacas
ya no quedan, las cabras a menos, etc.]). El campo se halla metido en un
proceso de destrucción total. El campesino ya ni es dueño de sus propias
propiedades, y todo ello, nos está haciendo los más pobres del mundo, sin que
nadie se enfrente al poder absoluto de una dictadura con careta de democracia,
donde no hay diálogo, y menos consulta alguna, y solo cabe pagar y callar. Los
helicópteros del cabildo vigilan toda acción (hasta tal punto, que mientras un
grupo de campesinos, hacían algo, al sobrevolarlos, uno de ellos en plan de
broma, levantó el cuchillo, haciendo gesto de picarlos, y al rato ya estaba el
seprona, deteniendo sin preguntar quién fue el que bromeó con dicho gesto, y no
sigo con la que le cayó al pobre, porque estoy seguro, ustedes mis amigos, no
se lo iban o van a creer). Pero, más allá de los helicópteros por el aire, por
tierra hay un enorme despliegue de coches y humano, que lo controla todo, cual
si de terroristas vigilados se tratara. Se ataca al campo más fértil del mundo,
y nadie rescata al campo de este ataque constante y continuo. Es decir, han
ocupado el campo, y no se marchan, sino que aumenta el personal y los
automóviles en vigilancia día y noche y sobrevuelos. Costosísimo debe ser y es,
el gasto de tanta maquinaria y personal, para evitar el campesino no haga nada
en su tierra, en el campo. Se trata de un poder militar, con tropas con armas
de multar, que matan (suicidios como única salida y huida de la cárcel y de
pagar con lo que no tiene, ni para comer, al no permitirles tener una cabra, ni
un cercado de papas, que se lo controlan todo y siempre encuentran motivos para
multar (alguien planta un olivo, y le multan con 600,00 euros, por la hierba
que arrancó para plantar el olivo, y como éstas, tantas que rayan la idiotez y
la simplonería, como es la del caso, preferir crezca la hierba que se seca
antes que plantar un olivo que da fruto y comida por tanto). Ya existe el
riesgo, de que desaparezcan los cada vez menos campesinos que persisten en sus
casas, sin poder pisar sus tierras, ni tener un animal, a no ser que sea uno o
más perros. Exhiben pues, uniformes con gafas negras, gorros y ropas
fluorescentes, con otros elementos que no son de relatar, actuando como
verdaderos colonos, que machacan al pueblo esclavo con castigos muy severos (la
ruina y la muerte), con tal de conseguir sus objetivos: todo se llene de
tabaibas, y el campesino abandone su tierra, su casa, su todo, hasta la vida
cada vez más (todo esto en silencio). Se acabó ya el trabajo en el campo. Al
campo lo han convertido en pista de carreras, única actividad permitida, pero
que en nada beneficia al campesino, con el deterioro del medio ambiente
consiguiente. O sea, persiguen al campesino, por serlo, sin más, impidiendo
ejerza su profesión, y se refugie en el interior de sus casas, sin más que
esperar pasen los días, con miedo y el susto metido en el cuerpo, pues andan al
acecho, y cuales gatos al ratón, caen sobre pobres e inocentes víctimas con
abusos y atropellos a su dignidad, impidiéndoles el simple sobrevivir de sus
tierras y animales, como así ha sido desde que el mundo es mundo. No hay
presidente, ni consejero, ni alcalde, ni concejal alguno, institución o siglas
de ninguna ideología que se ocupe y preocupe de algo tan grande y de tamaña
magnitud. La solución, pudiera venir de otras instancias y de fuera del
archipiélago, pues nadie de aquí, toma partido a favor del campo y de los
campesinos, a los que se les trata cuales si fueran apestados. La situación,
debiera saltar a la comunidad internacional, pero tenemos una prensa y otros
medios tan desgraciados, que comprados, nada deja pasar en contra de esta actitud
mafiosa y criminal contra el campesino y su campo vetado, por parte del
cabildo, miedo y el sepro. Perversa es la acción del cabildo sobre el campo y
los suyos. Nuestro campo, daría de comer al mundo, si lo dejaran cultivar y
criar el ganado; sin embargo se importa del mundo entero lo que aquí es –o
sería- de calidad superior e inimitable. El cabildo, solo hace mantener su
estrategia de destruir cualquier resto del sector primario que se mueva. Sueña
el campesino, con el retorno de y a su vida anterior, sin que esperanza alguna
se vea, sino que cada vez se cierra más y más las puertas. Y frente a los miles
y miles de agricultores y pastores desaparecidos, alardean la creación de una
insignificante huerta para diez estudiantes de agricultura, alumnos de la
granja del cabildo que con guantes, dentro de dos años comenzarán a producir
algo, ¡a saber qué, y qué significa ese volver de un insignificante número de
inexpertos nacidos en el asfalto capitalino, a donde están trasladando –para el
engaño y el veneno- los nuevos cercados de cultivo, entre el humo contaminante
de los coches y los residuos de cloacas, robadas al mar. Se han perdido fincas,
comidas por las zarzas que se enseñorean encima de los árboles frutales
ahogándolos y las cañas avanzan sin ser detenidas comiéndose los cercados de
orillas hacia el interior, volviéndolos intransitables y estériles, y no te
permiten limpiar ni cortar nada, porque todo lo tienen protegido. No se
entiende una política tan errática y absurda, negadora de la producción propia
y destrozadora de la Historia ,
etnografía, tradición, costumbres, vida, trabajo, etc. El problema es más que
grave. La represión es brutal; se acaba con la identidad. Doblegado anda el
campo ante el cabildo y su doble ejército (seprona y miedoambiente), que
persigue al campesino, con quien se revancha soezmente, faltos de educación y
violando sus propiedades de continuo. Se reprime al campesino a la inacción, a
la pasividad, a la inmovilidad. Nada se recupera, sino que cada vez más todo se
asilvestra y tupe o cierra. Y ello, sin alarma por parte del campo, que se
esconde, sin más y huye. Desestabilizado anda el campo. Es patrullado a todas
horas y a la vez, y tanto que entre ellos se molestan al cruzarse e ir en la
misma dirección varios durante todo el tiempo. El campesino se siente incapaz
frente a tanto uniformado y multas, se siente y ve asediado siempre. El campo
–sencillamente- lo tienen controlado (cabildo-miedoambiente y el seprona). El
campo, está ocupado, no por los campesinos, sino por el cabildo y los suyos. El
cabildo controla todo movimiento, por pequeño que sea en el campo, impidiendo
cualquier iniciativa o actividad o acción propia del mismo.
El Padre Báez.
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