lunes, 28 de octubre de 2024

Recuerda, el que juega o debe de jugar, es tu hijo.

 

DAVID SANTANA

 
 

“El niño que ha aumentado su propia independencia con la adquisición de nuevas capacidades, solo puede desarrollarse normalmente si tiene la libertad de acción” (María Montessori).
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¿Aprenden a jugar para que otros jueguen por ellos?. ¿Que otros? ¡Tu! Tú que desde la bandas le gritas a tu hijo que hacer como si no hubiera mil acciones posibles y como si el placer de jugar no estuviera precisamente en elegir de entre todas ellas, cual llama más tu emoción para dejarte llevar por esa aventura sin saber si al cabo de haberte lanzado, encontrarás la salida. Jugar es elegir. Déjalo jugar y deja de elegir por él.


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Jugar es acomodarse y tu, que por desubicado olvidas que nunca jugando te ganaste la dicha de trascender, vienes a robarle el juguete que con esfuerzo compraste para él. Si el balón es suyo, deja que experimente con callejones sin salida que no hay mayor placer que verse fuera de peligro después de haber saltado al vacío y comprobado en pleno vuelo que se cuenta con alas para volar.
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La lógica del juego, permite lo ilógico como parte de sí misma. No todo es racional ni el jugador decide sopesando sensatamente sus opciones. La eficiencia en el juego pasa por lo imprevisible, por lo inesperado por lo que aprender a jugar es aprender a manejarse entre el orden y el caos. Requiere tanto del principio, del concepto como participa de lo que no tiene ningún sentido. Cualquier acción correcta pierde utilidad si el contrario ya la espera. Por contra, lo incorrecto en el momento idóneo, imprevisto, se convierte en lo mejor posible. Y ese aprendizaje solo se da en libertad, la libertad del juego. Se aprende a jugar, jugando.
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Te escribo a ti, que mirando quieres jugar por tu hijo, robándole su libertad y te molestas porque te lo digamos: no des indicaciones. ¡Déjalo JUGAR!

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