No resulta agradable llegar a cualquier establecimiento, sea de la índole que sea, y
encontrarnos con un dependiente que, sin poderlo disimular, refleja en su rostro que el
trabajo que está llevando a cabo no es de su agrado.
De seguro que ese mal carácter no es por ti ni por mi, sencillamente con ello nos está
diciendo que aquello que hace es por obligación, porque tiene que trabajar para poder
subsistir.
El perfil de estas personas suele ser aquellas que son llamadas desde las oficinas del paro,
y que por obligación deben aceptar lo que se les ofrece ante el temor de quedarse sin la
paga. Para su desgracia no siempre le asignan el trabajo soñado y, que en ocasiones por
falta de preparación, no pueden acceder.
Al llegar a esta etapa de su vida se arrepienten de no haber estudiado o haberse preparado
para no pasar ahora por este calvario.
Sin menos preciar a nadie y con todo mi respeto confieso que ésta actitud la veo con
mucha frecuencia en las personas que barren las calles. Aun siendo un trabajo muy decente
son muchos los que muestran signos de no estar a gusto con el trabajo que hace.
De ahí que los padres luchen cada día con el niño que no quiere ir al colegio.
María Sánchez.
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