Evidentemente sí deben desaparecer. Para las personas que durante toda la dictadura
sufrieron en su persona o en la de algún familiar las represiones a las que fueron
sometidas, no resulta nada agradable pasear por cualquier calle dándose de bruces con
algún vestigio que le traiga a la memoria lo que sufrimos los españoles.
Para aquellos que abrazaban el yugo y las flechas la vida no fue tan dura, pero no sienten
lo mismo los que fueron perseguidos y asesinados por no estar de acuerdo con las normas
del dictador. De todos es sabido que en la guerra que sufrimos en España se enfrentaron
hermanos contra hermanos, hijos contra sus propios padres cuando sus ideas no eran
afines. Muchas madres vieron como, a la fuerza, sacaban a sus hijos de la casa para
obligarlos a una guerra que a ellos no les iba ni les venían.
No debemos olvidar a los hombres y mujeres que fueron arrojados a la Sima de Jinámar
aún con vida, todo ello por no abrazar las normas estrictas del dictador.
Entre ellos un hombre querido y admirado en nuestra ciudad como fue Juan García Suárez
(El Corredera) quien como fugitivo fue perseguido acusado, falsamente, de un homicidio
que no cometió y al que mataron con el método del garrote vil
Franco mando perseguir y matar a muchos escritores, intelectuales y, por supuesto a todo
aquel que no estaba a favor de sus ideas. Nosotras las mujeres no teníamos voz ni voto,
estábamos sujetas a las directrices de los hombres de la casa; marido, padre o hermanos.
No teníamos derecho a estudiar, no eramos dueñas de nuestro dinero o propiedad heredada
de nuestros padres.
Por suerte tras su muerte la losa que pesaba en nosotras fue poco a poco levantándose
teniendo los mismos derechos que el hombre e incluso se nos permitió votar.
Poco a poco la huella de aquellos años y todo lo que representó ha ido desapareciendo de
calles y plazas, y aunque aún queden algunas, fueron derogadas después de la ley del 21-
10 -2022 donde se prohíbe cualquier reliquia de aquellos años de dictadura y represión.
María Almenra.
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