El miércoles día catorce de agosto, una señora de 82 años sufre una caída en su casa, dañándose una mano, por lo cual acude con su hijo al centro de salud del Calero en urgencias. Allí, aparte de esperar una eternidad para ser atendida, una vez reconocida por el médico de guardia, le hacen una radiografía de su inflamada extremidad. El facultativo le expresa que en su mano no hay nada fuera de lugar y la manda a casa con la única indicación de que tome paracetamol o Nolotil. Así, estando la señora con mucho dolor en su mano, incluso sin poder dormir, el viernes día 16 de agosto, es decir, dos días después, su hijo se percata con asombro de que su madre tiene la mano totalmente amoratada e inflamada, tomando la rápida decisión de acudir al mismo centro médico
donde se le repite la radiografía bajo la mirada de una doctora que expresa que tiene mala pinta. Ya con la radiografía en mano descubre que la muñeca de su mano está o bien rota o presenta una luxación, por lo cual la deriva al hospital insular donde comienza un momento terrorífico para esta señora de tanta edad y padecimientos en su historial médico varios padecimientos de gran importancia. Estando en la sala de espera por un largo periodo de tiempo sin ser atendida y con mucho dolor, cuando es atendida descubren que es una luxación y le intervienen con una técnica médica que se trata de clavar dos agujas en la muñeca y unos dolorosos tirones para encajar los huesos de esa luxación, procediendo a inmovilizar la extremidad con una escayola y dejándola en una sala por otro tiempo bastante largo para decirle que tienen que quitar otra vez la escayola y practicar de nuevo tal dolorosa técnica, ya que no estaba solucionado. La señora le suplica a la enfermera: "Por favor, ¿me puedes dar un zumo o un caramelo? Padezco de azúcar y me encuentro mal. Solo he desayunado y ya han pasado muchas horas", a lo cual le dice que no tienen, pero tampoco se preocupó por su estado, siendo esto una acción inhumana. Explica el hijo que 6 horas más tarde de dejar a su madre en urgencias del hospital observa cómo sale su madre desorientada y con síntomas de debilidad, donde su progenitora le ruega que le traiga algo para comer, como si es un cortado, teniendo su hijo que correr a la cafetería y traer alimento para su madre. Su hijo expresa: ¿Por qué nadie acompañó a su madre hasta la puerta? ¿Qué hacen las tres señoritas "enfermeras o auxiliares" que están sentadas de risa y conversación en la entrada en la mesa de la izquierda? ¿Cómo no dan prioridad a las personas de tan avanzada edad? ¿Cuál es el destino que quieren para nosotros? En fin, habían pasado 9 horas de médico entre el Calero y el hospital. A quien tenga competencias en el asunto, si hacen falta más profesionales de la medicina, pues hay que ponerlos, que nadie se merece esta atención y más trabajar de verdad y menos risas y salir a la calle a fumar, que dan a entender que lo hacen a posta para fastidiar al enfermo y cuidar a nuestros mayores que han dado todo por nosotros y así poder alardear de una sanidad inmejorable como nos quieren vender.
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