Lo primero, declarar mi devoción. Ese actor que no necesitaba de gestos
espectaculares para transmitir un amplio repertorio de sensaciones. Desde el más guapo y
gentil hasta el más matón del barrio. Y todo, con esa cara de galán malote. Esta semana, aquel
adolescente rebelde que fue expulsado de varios colegios hubiera cumplido 100 años. Hace ya
10 que nos dejó de una fibrosis pulmonar.
Nacido en Omaha (Nebraska), hijo de un productorde cine y una actriz, se fue a Nueva York donde cursó estudios en The New School.
Posteriormente, fue alumno del prestigioso Actor’s Studio donde se impartían las enseñanzas
del «Método Stanislavsky» en el que se provoca que el intérprete tenga que sentir las mismas
emociones que las que tiene que vivir el personaje para transmitirlas eficazmente.
Su primer reconocimiento como actor de teatro le llegó con la obra “Un tranvía
llamado deseo” de Tennessee Williams, dirigida por Elia Kazan, fundador del Actor’s Studio.
Para prepararse el papel de su primera película, pasó un mes en el hospital militar, sintiendo
las sensaciones de un herido de guerra paralizado de cintura para abajo. La película, “The
men”, impresionó y un año después participó en la versión cinematográfica de la obra de
Williams, que le valió la primera nominación al Óscar. En total, 8 nominaciones, de las que
logró llevarse la estatuilla en dos ocasiones: por “La ley del silencio” (Elia Kazan, 1954) y “El
Padrino” (Francis Ford Coppola, 1972) que no fue a recoger a la ceremonia, enviando en su
lugar, a la actriz india Sacheen Littlefeather para protestar por el trato que los nativos
americanos recibían en las películas. También, que todo hay que decirlo, obtuvo el Razzie (los
antioscars que premia a las peores actuaciones del año) por “La isla del Dr. Moreau” (John
Frankenheimer y Richard Stanley, 1996). En 1961 se atrevió con la dirección. Su única película,
“El rostro impenetrable”, obtuvo la Concha de Oro del Festival de San Sebastián. En los años
60, trabajó con innumerables directores como Sidney Lumet, Arthur Penn o el mismísimo
Charles Chaplin; en películas de baja calidad artística, hasta la llegada de “El Padrino” a
principios de los 70.
Su tendencia al sobrepeso le fue llevando a realizar papeles de personajes de más
edad. Recuerden los 40 kg. de más con los que se presentó al rodaje de “Apocalypse Now”
(Francis Ford Coppola, 1979). Ello, unido a sus adicciones, salidas de tono y sus
improvisaciones fruto de la falta de aprenderse los textos, crearon un mito y un personaje al
que podrías idolatrar y odiar en un mismo día de rodaje.
Como homenaje a uno de los que más he admirado, y lo sigo haciendo, pondré mi
selección de sus mejores «pelis»: No pudiendo dejar de nombrar las obras de arte “El padrino”
y “Apocalypse Now”, para mí, la mejor sería “La ley del Silencio”, me encanta ese papel de
matón de puerto; también destacaría “Rebelión a bordo”, dando vida al disciplinado capitán y
sus férreos métodos para dirigir su barco; “la jauría humana”, haciendo de sheriff intentando
impedir un linchamiento público; “La Condesa de Hong Kong”, haciendo del adinerado
americano seducido por la condesa rusa; el Torquemada que hace en “Cristóbal Colón: El
descubrimiento” y, para acabar, la joya “Don Juan DeMarco” haciendo del psiquiatra de su
gran amigo Johnnie Deep.
De su vida personal, su trastorno bipolar, sus tres matrimonios más su convivencia con
Irene Papas, sus once hijos y su declarada bisexualidad, lo dejo para otro tipo de revistas.
Más noticias en: https://luisalbertoserrano.wordpress.com/finde-nius-3
Escúchalo en el podcast: https://open.spotify.com/episode/5KBVrc6ETShjd4TLkcPv6B
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