Se me hace difícil recordar, ya, cómo era que nos relacionábamos antes de Whatsapp
(en adelante Wasap, que me gusta más). Creo que usábamos el Messenger. Los que tenemos
cierta edad, hemos vivido todas las fases, en nuestros devaneos amorosos, para conseguir
contactar con la chica que conociste en la discoteca o en el parque.
En mi juventud, tenías que conseguir que te diera el teléfono. El bueno, claro. Porque
muchas, después de una noche de cortejos, devaneos y algún arrumaco que otro; te daba el
teléfono que se sabía de memoria y cuando tú, ilusionado hasta las trancas, la llamabas al día
siguiente; te salía una voz que te decía que eso era una funeraria o la policía. En el mejor de los
casos te daba el teléfono de la casa, por supuesto que el fijo, en aquella época no existía otro.
Tú llamabas y tenías suerte si te cogía el teléfono la madre, porque como te lo cogiera el
padre; empezaba un incómodo interrogatorio que terminaba con el consabido: “mucho ojito
con lo que haces que te tengo acechado” del progenitor. Lo hacía para intimidarte. Y vaya si lo
hacía.
El Messenger fue todo un adelanto. Los chicos ya no les pedían a las chicas el teléfono.
No. Ahora le pedían el Messenger que era más directo y evitaba a los padres. Inventazo. Es
más, se empezó a ver un vestigio de liberación cuando empezaron a ser las chicas las que nos
pedían nuestro “Nick” (ese nombre clave que nos poníamos para que nos identificaran) ellas a
nosotros. Decían que era para poder hablar, pero era un principio de que ellas querían
empezar a elegir y no ser la víctima de la caza.
Y el sistema se fue perfeccionando, a medida que avanzaba la tecnología, hasta llegar
al controvertido Wasap. Sí, ese que dicen que nos escucha para manipularnos. Y que yo no
digo que sí, pero tampoco digo que no. 15 años se cumplen ya, que parece que fue ayer. Y se
ha instalado en nuestras vidas de una manera que ya muchas veces ni nos llamamos por
teléfono, mandas un mensaje y esperas una respuesta. Limpio y fácil, sin tener una
conversación añadida. Cómodos que nos hemos vuelto.
A mí me encanta el sistema, es como mandar emails, pero de respuesta inmediata y
yo, que soy un desesperado para todo, me simplifica mucho trabajo. Solo le veo dos pegas a
dos cosas que odio. La primera es que hace mala combinación con amigos tóxicos y sin nada
que hacer. Te pueden estar mandando mensajes todo el día sin entender que, desde el
principio, les dijiste que estabas superocupado. Y la segunda son los grupos. En este caso, el
número de gente aburrida y con ganas de contarle al mundo lo que ha comido, se multiplica
de forma exponencial. Me salgo de todos. Lo siento.
Aun así, bendito Wasap (o Telegram, o Line, o el que quieran usar) por venir a
hacernos la vida más fácil y unos consejos: no manden wasap cuando estén borrachos, lean
bien y entiendan lo que les dicen y no lo que les venga en gana, y si ven que leo el mensaje y
no contesto es porque no puedo, no porque les tenga coraje. Así mismito.
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