martes, 15 de febrero de 2022

“Atar los perros con longanizas”



Es una frase sinónimo de exageración en demostración de opulencia y derroche.

Este dicho nos remonta a principios del siglo XIX al pueblo salmantino de Candelario, cercano a Béjar, famoso por la calidad de sus embutidos, en el que vivía un afamado elaborador de chorizos llamado Constantino Rico, alias “el choricero”, cuya figura sería inmortalizada por el artista Bayeu en un famoso tapiz que hoy se exhibe en el Palacio de El Pardo.

 Tenía instalada su fábrica, en la que trabajaban varias obreras, en los bajos de su propia casa, y en una ocasión una de éstas, apremiada por las circunstancias, tuvo la peregrina idea de atar un perrito faldero a la pata de un banco, usando para ello a manera de soga una ristra de longanizas. Al poco rato entró un muchacho, hijo de otra operaria, a dar un recado a su madre, y al presenciar con gran estupor la escena se encargó de divulgar la noticia de que en casa del tío Rico «se atan los perros con longaniza». Una expresión de inmediata aceptación en el pueblo, que se usó desde entonces como demostración ostensible de la riqueza.

Fuente de información. El trastero de palacio.

María Almenara.

 

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