Para la chiquillería, la imagen de la casona era un motivo para echar a volar sus mentes infantiles. Aquella enorme casa de aspecto señorial los llevaba, por un momento, a sentirse príncipes y princesas, los más fantasiosos creían ver en ella un castillo donde moraba una bella princesa a la que ellos, gentiles guerreros, se veían obligados a salvar de las garras de un horrible dragón que la tenía secuestrada.
Las niñas cerraban los ojos y se quedaban extasiadas viéndose la más bella princesa del reino. Se imaginaban atrapadas entre aquellas paredes donde, un día, la encerrara una bruja de malos sentimientos.
Soñaban que, en cualquier momento, aparecería su príncipe para sacarlas de aquel encierro.
Si por un momento te has sentido identificada/o, sabrás que tu niño interior aún sigue vivo.
María Sánchez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario