Su vida era la monotonía personalizada, sus días no tenían altibajos, todo era hoy igual que ayer y mañana. Sus salidas se resumían en ir a hacer las compras para la casa y siempre a todo correr.
Nunca tuvo amigas, salvo las del colegio, quienes poco a poco se fueron alejando, cansadas de invitarla a salir y siempre escuchar una negativa por repuesta.
Los domingos los pasaba tras la ventana acompañada por su madre y si salía al cine lo hacía acompañada por sus padres, uno a cada lado, como para protegerla.
Así pasaron muchos años, hasta que un día, para sorpresa de los vecinos, vieron a un chico en su ventana y claro, con su madre al lado como no podía ser de otro modo.
Pasado un tiempo y sin esperarlo, la chica contrajo matrimonio, pero poco cambio su vida, salvo que pudo ser madre de una niña.
Apenas se la veía en la calle, su marido hacía las compras después de llegar del trabajo.
Terminó su vida tal y como la vivió, enjaulada entre cuatro paredes, sin más alegría que la risa de su única hija, una hija que siguió sus mismos pasos, a la que solo se la ve salir con su padre, como antaño lo hiciera su progenitora. Aunque es joven no se la conocen amigas y mucho menos novio.
¿Heredará el destino de su madre?
Mary Almenara
DE ESTOS CASOS PUEDE QUE AÚN EXISTAN, TRISTE RELATO
ResponderEliminarDesgraciadamente, no solo heredó la misma vida que su madre, sino que murió joven y sin apenas vivir la vida.
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