martes, 16 de noviembre de 2021

Nueva novela de Antonio Cabanillas: "Diego Velázquez, el hombre que retrataba el aire"

 

Nueva novela de Antonio Cabanillas: "Diego Velázquez, el hombre que retrataba el aire"
José Antonio Cabrera. ASSOPRESS

 Diego Rodríguez de Silva y
Velázquez, nació en Sevilla en el año 1599 y adoptó el apellido de su madre, según uso frecuente en Andalucía, firmando «Diego Velázquez» o «Diego de Silva Velázquez».


 Desde el taller de pintura del sevillano Francisco Pacheco, donde Velázquez conociera a Juanita, hija del artista, la mujer de su vida, el mayor genio del arte pictórico que ha producido el orbe, un hombre capaz de retratar el aire, nos cuenta su vida.

 De Sevilla se llevó a la corte una compañera fiel y a Juan Pareja, el esclavo que comprara en las gradas de la catedral. Ya en Madrid se hizo con el favor del rey Felipe IV, admirado de su arte, coincidió con Pedro Pablo Rubens, retrató a los principales personajes de la villa y realizó su primer viaje a Italia. 

A raíz de la muerte a los dieciséis años del príncipe Baltasar Carlos, el heredero de la Corona, aquella gran tragedia nacional, el desconsolado monarca  le mandó de nuevo al país transalpino, esta vez para comprar arte. En Roma pintó su fabulosa Venus del Espejo, que es su amante romana, Flaminia Triva, que le dio un hijo que reconoció y al que dio su apellido: Antonio Silva Triva.

 Ya de vuelta produjo el cuadro más prodigioso jamás pintado: Retrato de la infanta Margarita con sus damas y una enana, universalmente conocido como "Las Meninas", que es la familia real centrada en la infanta Margarita de Austria a los cinco años, una niña hecha de seda y sueños, que parece levitar y ser etérea, pudiendo respirarse su mismo aire, simulando que va a salir del cuadro, o entrar nosotros dentro para habitarlo.

 Cansado de pintar maravilla tras maravilla, nombrado caballero de la Orden de Santiago, que fuera su gran ilusión, Diego de Silva y Velázquez, murió en Madrid en el año de 1660, de la viruela a los sesenta y un años de edad. Su mujer, que no le abandonó en la cruel enfermedad, se contagió y lo siguió al sepulcro seis días después

 

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