domingo, 25 de octubre de 2020

Le permitió todo

                                                   

Marisol Ayala.

Un día, hace un año y poco, me llamó. Ya sabía yo que estaba o separado o en ese camino. Detestaba a su ex; es un tipo violento que alardea sin rubor de que un día “me la cargo” pero siempre acabas pensando que es un chuleta, un pobre diablo. 

Pero no sé por qué llevaba tiempo pensando “ese cabrón un día le mete un susto a la mujer que más lo ha consentido”. Mosqueaban sus desplantes. Un día decidí hablar claro y hacerle partícipe de mi preocupación. La mujer de la que hablo lo tuvo todo, su marido era generoso pero prepotente y tenía una característica, le gustaba el sexo violento. Le dije que si a ella esa práctica sexual no le divertía no entendía como lo había permitido. En fin, un verano animada por sus hijos y hermana inició la separación; un proceso normal que él lo llevo al mundo de la ingratitud. Ahí comenzó una guerra de insultos y putadas hasta que le pidió que abandonara la vivienda que era de los padres de ella. Él ocupaba el segundo piso, ella y su hijo, el primero. Así pasó un año más o menos hasta que acabó quedándose sola y dejó la casa, la ciudad, la isla, el país. La mujer perdió poder adquisitivo porque él estaba dispuesto a complicarle la vida y ya sabemos cómo se las gastan muchos cuando todo va cuesta abajo. Un día comenzaron a llegar impagos, deudas que se habían hecho grandes porque nadie las pagó a tiempo y, además, en todas, ella era la titular y el avalista o al revés. La economía se desinfló y comenzó a sonar el timbre. Los deudores hacían cola. Ella se propuso dejarlo sin resuello y perdió. 

Hace dos años nos vimos. Para mi estupor sacó del bolso una especie de mapa en el que destacaba una cruz amarilla “Aquí lo enterraré”, dijo.

Sin habla.

fuente:  https://marisolayalablog.wordpress.com/

 

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