El pasado miércoles conmemoramos, en el acto de Entrega de Honores y Distinciones, los 107 años desde la creación de nuestro Cabildo, del reconocimiento del papel de la isla y de su gobierno en la construcción de Canarias y de personas y colectivos que contribuyen con su trayectoria a hacerlo posible y a forjar una sociedad que nos identifica.
Premiamos y reconocimos en veintidós personas y colectivos los valores que crecen entre nosotros y renovamos el compromiso común de ganar los retos sociales, medioambientales, económicos y culturales que debemos conquistar siguiendo las enseñanzas de nuestra historia.
La conmemoración de este año está inmersa en la gran crisis que ha generado la pandemia de la COVID-19. Estamos comprometidos desde el Cabildo de Gran Canaria, desde el primer momento, en apoyar a las personas y a las familias que han sufrido directamente en su salud y hasta con su vida los efectos terribles de una enfermedad que, hasta el momento, no se ha podido controlar. Reitero nuestro pesar y nuestra condolencia por quienes han fallecido o están sufriendo la enfermedad y agradezco el esfuerzo de quienes combaten al virus en primera línea y de quienes hacen posible que sigan funcionando los servicios necesarios para garantizar la vida y la convivencia.
Lo que hoy somos es resultado de un largo camino en el que todas y todos hemos sido partícipes y colaboradores. Hubo y hay entre nosotros cientos de personalidades relevantes que lideraron y modelaron los grandes cambios que nos han hecho una comunidad moderna, democrática, ilustrada y confiada en sus posibilidades y recursos. El conjunto de hijos e hijas predilectas o adoptivos, los Can y los Roque Nublo que entregamos el miércoles reconocen una valía, un esfuerzo y una contribución indiscutibles al desarrollo de Gran Canaria. Gracias a todos y a todas por su generosidad y por convertirse en modelos que dan confianza y futuro a nuestro pueblo.
Ya lo decía Leonardo Torriani en su “Descripción e Historia del Reino de las Islas Canarias“ escrita en 1588 que “Es de creer que esta isla de Gran Canaria, favorecida por una particular influencia de las estrellas y sus habitantes tuvieron tanto valor y astucia, que en muchas cosas […], se pueden comparar con naciones nobilísimas, según en su tiempo se dirá, no sin admiración”.
Hemos sabido a lo largo de la historia reconocer las debilidades y fortalezas de nuestro territorio, de nuestra posición geoestratégica y aprovechar los recursos disponibles. Hemos protegido nuestra cultura, nuestra historia, nuestra habla para consolidar una identidad que nos fortalece, ganando así retos al tiempo. Hemos sido y somos resilientes para encajar las desgracias o las catástrofes y levantar y restaurar los daños volviendo a mirar a nuestras montañas sagradas que nos confirman que estamos en la tierra que elegimos. Nos reafirmamos en que si nuestros antepasados resistieron nosotros también veremos una isla transformada porque siempre nos negamos a que fuera amordazada.
Y hemos inventado instrumentos sociales, económicos, fiscales y políticos que reconocen nuestra singularidad como islas en un archipiélago común, como la creación del Cabildo, la ley de Puertos Francos, el Régimen Económico y Fiscal de 1972 o el Estatuto de Autonomía que nos reconoce como nacionalidad con derecho al autogobierno. Hemos vertebrado así una sociedad insular y canaria, conformando, como afirma el doctor Antonio Macías, un espacio atlántico es decir europeo, africano y americano.
En momentos donde se oyen voces recentralizadoras y antiautonomistas, debemos reafirmar que el progreso de Gran Canaria ha ido ligado al autogobierno, al protagonismo del Cabildo como gobierno de la isla, a la acción de la sociedad civil organizada y a una ciudadanía protectora de su identidad. Queremos avanzar en ese modelo de economía y de sociedad autocentradas en las potencialidades de Gran Canaria y menos dependiente de unos injustos mercados globalizados.
El año que ha transcurrido desde la última conmemoración es de los que costará olvidar. Presentamos una candidatura ante la UNESCO que rescató la mejor documentación arqueológica y etnográfica, que movilizó a quienes habitan y conservan ese patrimonio que aúna a Artenara, Tejeda, Gáldar y Agaete y que encontró la complicidad de todas las administraciones públicas para llegar a la asamblea de Bakú y recibir el apoyo emocionado y unánime de todas las delegaciones. Hay que felicitar a todo el equipo que contribuyó a hacerlo posible y agradecer tanto trabajo cualificado, tanto esfuerzo de nuestros mayores que se corresponde con el valor de la comarca y tiene una proyección eterna. Es de justicia mencionar a nuestras mujeres y hombres dedicados a la agricultura, a la ganadería y el pastoreo, a la artesanía, a las queserías, al trabajo en los pozos y, en definitiva, a todas y todos los que han mantenido viva a nuestra cumbre y medianías.
No habíamos acabado de comprender el significado de esta declaración, cuando tres incendios voraces cruzaron la cumbre y pusieron en peligro las vidas y el patrimonio de cientos de familias y de todas las grancanarias y grancanarios. Pareció que el destino quería aguar la enorme alegría que toda la isla compartía. Pero con sudor, lágrimas, profesionalidad y una infinita solidaridad evitamos que se perdiera una sola vida humana. Y los daños materiales y medioambientales se están restañando con mayor decisión y agilidad que nunca, porque el Cabildo de Gran Canaria sabe que es de justicia. No puedo mencionar a cada una de las miles de personas –voluntarias y altamente cualificadas- y decenas de instituciones que ayudaron a apagar el fuego. Para ellas el mayor de los agradecimientos.
Aprovechemos nuestra historia para ganar los grandes retos que nos ilusionan para el presente y el futuro inmediatos. Y en esta riqueza que heredamos contamos con la compañía de don Benito Pérez Galdós que sigue siendo actual como todos los intelectuales y escritores universales. Hace cien años que nos dejó, pero estoy seguro de que estaría encantado de dirigirse a nosotros como hijo predilecto, con la misma lucidez con la que analizó la primera gran transición española y alumbró el final del siglo XIX y el comienzo del XX.
Estamos en otro tiempo, pero Galdós
sigue vigente porque su reflexión ahondaba en valores consustanciales
con la dignidad de las personas y con el progreso democrático de los
pueblos y ese análisis sigue siendo urgente. Pero, además, y eso si es
preocupante, porque parte de las fracturas y las contradicciones que
Galdós denunciaba y que la sociedad española padecía en el tránsito de
los siglos y en los cambios de régimen siguen sin resolverse. Debemos
aprovechar sus enseñanzas y reconocer que hay síntomas que coinciden con
su denuncia: la radicalidad de un pensamiento conservador que se
manifiesta en movimientos de extrema derecha, la persistencia de la
corrupción, el descrédito de la política o el incremento de la población
empobrecida.
Reconocer a Galdós como hijo predilecto es un acto de justicia debida.
La dictadura ignoró el centenario de su nacimiento en 1943 por ser
liberal pero hoy festejamos orgullosos su obra imprescindible en la
cultura contemporánea. Se puede discutir el que no se haya hecho antes,
pero esa circunstancia nos permite hacerlo coincidiendo con la
celebración de un centenario que está removiendo y estimulando la
lectura y el reconocimiento de una obra inigualable. Es uno de los
grandes reformadores de la España moderna.
Tiene sentido en los momentos que vivimos escuchar al Galdós regeneracionista que denunció la corrupción de las minorías gobernantes y de la aristocracia nostálgica de una monarquía absolutista. Mantuvo un compromiso permanente por valores esenciales de una sociedad sana como son la justicia, la libertad y la decencia en los asuntos públicos. Y en esa descripción magistral de la realidad sobresale una visión solidaria y transformadora de las mujeres de su tiempo excluidas de los derechos básicos.
El momento que vivimos es de una enorme gravedad y nos va a condicionar para los próximos años. Nadie puede evadirse de sus responsabilidades y nadie lo puede resolver por sí solo. Es la hora de la solidaridad, de la iniciativa, de la determinación sin desmayo para reducir los daños, para evitar desgracias irreversibles. El Cabildo de Gran Canaria está actuando con determinación. La prioridad es atender a las personas que han sufrido la enfermedad o viven situaciones de pobreza, paro o de falta de vivienda. Al mismo tiempo estamos poniendo todos los recursos disponibles para reactivar la economía, favoreciendo la inversión pública y apoyando a la pequeña y mediana empresa y a todos los sectores que la sostienen como el turismo, el comercio, la agricultura y la ganadería, la economía azul, la innovación y el conocimiento, la industria, los servicios, la actividad portuaria y aeroportuaria y en general a todos los sectores generadores de empleo y riqueza.
Venimos de grandes celebraciones y grandes pesadumbres. Con la energía de unas y la resistencia de las otras, nos emplazamos para que Gran Canaria se consolide en el siglo XXI como sociedad afirmada en valores democráticos, referente en la sostenibilidad y la transformación energética y medioambiental, cohesionada socialmente, garante de la igualdad entre mujeres y hombres e identificada con su cultura y con la consecución de niveles superiores de educación para todas y todos.
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