Se enmarca en las actuaciones por 1,5 millones para afrontar daños de los incendios en infraestructuras hidráulicas.
• Son estructuras artesanales de piedra y malla metálica que amansan el agua, la filtran y garantizan su uso para regadío.
• También serán sustituidos 7 km de tubería en Tirma, una obra compleja que ha requerido maquinaria trasladada de la Península.
El Cabildo ha construido 12 azudes tradicionales para evitar, con estas estructuras de piedra y alambre que filtran el agua, que las lluvias lleven cenizas hasta las presas de La Candelaria y El Vaquero y que por primera vez se levantan con esta finalidad en Gran Canaria, donde los primeros se alzaron en los años cincuenta.
Esta docena de muros puestos en pie tras la inversión de 765.000 euros son herederos de los que han construido el Cabildo y el antiguo Servicio Hidráulico del Estado desde mediados del siglo XX para amansar la fuerza de las escorrentías de los temporales y contener el arrastre de piedras y arenas para que no llegaran al vaso de las presas, lo que reducía su capacidad de embalse.
Su construcción precisa aplicar la minuciosa técnica de mampostería gavionada, realizada a mano y que requiere de personal especializado capaz de unir piedras de tamaño pequeño y medio para que formen bloques de un metro de largo y otro tanto de ancho y de alto con la particularidad de que el elemento de unión no es el cemento, la cal ni el hormigón, sino una malla metálica que envuelve cada uno de estos elementos y que se cose a los contiguos para dotar a la estructura de mayor resistencia.
Ahora estas estructuras artesanales han sido utilizadas por primera vez para retener cenizas. En esta ocasión, han sido creados 6 azudes en cada una de las cuencas de La Candelaria y El Vaquero, y forma parte de un paquete de obras del Consejo Insular de Aguas declaradas de emergencias por 1,5 millones de euros tras los incendios, explicó el consejero de Sector Primario del Cabildo, Miguel Hidalgo.
También existen ejemplos notables de azudes para amortiguar las grandes avenidas de agua en la propia ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, caso de las dos estructuras de gran tamaño que se ejecutaron en el Barranco del Cardón, afluente del Barranco de la Ballena, para evitar que el arrastre de materiales afecte a la capacidad de desagüe y se provoquen desbordamientos.
Estas tramas filtrantes, envueltas en mallas metálicas similares a las que se utilizan en las laderas de las carreteras para que no caigan rocas a la vía, minimizarán la irrupción de ceniza en las presas de La Candelaria y El Vaquero para que el agua de lluvia se mantenga en las mejores condiciones para los cultivos, pues el destino principal del caudal de ambas presas es el regadío.
El uso de los azudes en Gran Canaria está emparentado con otras construcciones de hace 60 años denominados nateros o represas para formar bancales y también antes de los embalses para apaciguar el agua y retener limos, tal como recoge la Carta Etnográfica de Gran Canaria.
Otras obras en las presas y reposición de la tubería de Tirma
Situadas en Artenara, La Candelaria fue construida en 1971 con 310.000 metros cúbicos de capacidad y El Vaquero dos años antes, en 1969, de 364.000, aunque recibe agua procedente de los altos de La Aldea y Agaete.
En El Vaquero, por 253.000 euros, también está en marcha la limpieza del canal de captación perimetral de la presa, de 2 kilómetros, afectado por los arrastres posteriores al incendio, la reposición de 2,5 kilómetros de tuberías y la reparación de la vivienda del vigilante.
Además, está muy avanzada la obra de reposición de 7 kilómetros de la antigua tubería de Tirma. Se trata de una obra compleja, con una inversión de 450.000 euros, que requiere el uso de maquinaria trasladada expresamente de la Península para introducir la nueva tubería de polietileno de alta densidad dentro de la antigua, tendida hace más de 70 años.
El Consejo Insular de Aguas ha tenido que emplear un dispositivo robotizado donde un carro dotado de cámara y sistema de posicionamiento introduce un cable en el interior del tubo para identificar posibles obstrucciones y enhebrar la nueva tubería tirando de él con un cabrestante o torno de arrastre, una aportación de la tecnología más puntera para dar nueva vida a viejas infraestructuras.
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