domingo, 26 de julio de 2020

MASCARILLA SI POR FAVOR

 

Mary Almenara.

 El ser humano, es por naturaleza, enemigo acérrimo a todo aquello que implique obligación o prohibición, recordemos el pasaje de la Biblia donde Dios prohibió a Adán y Eva que comieran de la fruta prohibida.

Todos sabemos cómo terminó su desobediencia, ellos fueron expulsados del paraíso y a nosotros nos condenaron a vivir cargando sobre nuestra conciencia el pecado original.
Prácticamente, a poco de que el coronavirus comenzará a formar parte de nuestra vida, se nos sugirió el uso de la mascarilla para evitar el contagio, debiendo llevarla en lugares cerrados y en aquellos donde tuviéramos un contacto cercano con otra persona.
Pero estos consejos cayeron en saco roto para gran parte de las personas y andábamos sin ella reuniéndonos en zonas cerradas acompañados de amigos y demás personas que se encontraran en el lugar.
Esta desobediencia y abanderar como campeones lo de “hago lo que quiero” nos llevó a que el virus campara a sus anchas a lo largo y ancho de todo el universo.
Pero no contaron con que esa alimaña invisible y sin voz caminara libremente posando sus garras en millones de personas que de unas a otras se fueron contagiando, sobre todo por no llevar la mascarilla.
Así llegamos al confinamiento que nos clausuró en casa nada más y nada menos que tres meses. Poco a poco se paso a las fases que daban opción a salir y nos tiramos a la calle como locos haciendo reuniones o sentándonos en terrazas con los amigos con o sin mascarilla.
Esto ha terminado remontando de nuevo la curva y los focos de contaminación. Nos repiten, por activa y por pasiva, que usemos la mascarilla ya que es uno de los principales métodos que nos previene de contagiarnos.
Pero ni por esas, la gente se pasa estas recomendaciones por el sobaco y salen cual cesar triunfante a cara descubierta llevando la mascarilla en la garganta como si tuvieran paperas, otros que la llevan en el codo por si les llega una tendinitis, las mujeres dicen “antes muerta que sencilla” y se la colocan en la cabeza a modo de diadema.
Es vergonzoso y doloroso ver a las personas pasear, solas o acompañadas pero sin mascarilla. Desgraciadamente los jóvenes son los primeros en desobedecer estas recomendaciones, que ya han pasado a ser obligación. Esto ha motivado que, hoy por hoy, sean los más infectados por el coronavirus que ha llegado también a los niños.
A pesar de esta realidad y de que pueden ser sancionados con multas de hasta 600 € ellos continúan haciendo sus fiestas y reuniones porque siempre pensaron que solo los mayores eran el blanco del birus.
La actitud egoísta de este grupo ha hecho que los contagios se hayan disparado por lo que no sería nada extraño que nos viéramos confinados antes de lo previsto. 

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