domingo, 3 de mayo de 2020

¿Afecta la música al mundo vegetal?




Jordi A. Jauset (*). ASSOPRESS

Posiblemente, de entrada, diríamos que no. ¿Cómo va a afectar la música a las plantas si no tienen emociones ni cognición? Este podría ser uno de nuestros primeros pensamientos…aunque existen estudios científicos, no demasiado divulgados, que indican que sienten y se comunican a través de ultrasonidos. 
Pero, aunque no consideremos lo anterior, si pensamos en el origen físico de la música cómo una serie de vibraciones acústicas que se propagan por un medio elástico, con cierta energía, consideraríamos más factible que esta energía acústica interaccionara con la propia de las plantas (son seres vivos que nacen, crecen, se multiplican y mueren) y se destinara a algún proceso biológico en su beneficio o perjuicio. ¿Es más realista esta descripción?

La influencia de la música en el mundo vegetal suele clasificarse como una pseudociencia, aunque quizás por la poca divulgación de estudios científicos que existen desde los años 60.  Lo cierto es que hay ejemplos de aplicaciones reales con buenos resultados. Uno de ellos es la experiencia de Patrick Bolfa,  productor francés de melocotones y nectarinas, quién en el año 2015 tuvo que sacrificar 7.000 melocotoneros afectados por el virus de la sharka, en su explotación de Sant Feliu d’Avall, un pueblo de la Catalunya del Norte (Francia). Fue entonces cuando contactó con la empresa francesa Genodics   y con la solución aportada consiguió un descenso del 50% en la mortalidad de los melocotoneros.

Según Pedro Ferrandiz, cofundador de Genodics, “sus diseños se centran en generar unas melodías musicales específicas para las proteínas relevantes de la patología, de manera que se inhiba su síntesis”. En este caso, el objetivo no es erradicar el patógeno sino neutralizar la enfermedad. Estas melodías combaten la enfermedad inhibiendo el agente que la causa y/o estimulando el sistema inmunológico de la planta.

La explicación del proceso, sin embargo, no es sencilla. En sus patentes, lo definen como “la regulación epigenética de la biosíntesis de proteínas por resonancia de escala". Según la información que expone Genodics en su página web “…para la síntesis de una proteína, durante su transcripción en un ribosoma, la sucesión de choques de aminoácidos resulta en la emisión de una secuencia de frecuencias característica de esta proteína. Por supuesto, las ondas asociadas con los aminoácidos que forman las proteínas tienen frecuencias muy altas, inaudibles para el oído humano. 

Sin embargo, su transposición en el rango audible hace posible tener una representación exacta y homotética de las melodías asociadas con la síntesis de cada proteína. Las observaciones realizadas hasta ahora indican que los organismos vivos son capaces de reconocer estas series de sonidos armonizados, directamente sintonizados con los aminoácidos cuya secuencia forma proteínas y que denominamos proteodonas.”

En definitiva, se transponen a la escala audible (descendiendo en octavas) las frecuencias generadas durante las síntesis de proteínas que  corresponden a los distintos aminoácidos. Estas melodías son las que finalmente se emiten con los resultados característicos y satisfactorios que citan sus autores. ¿Podría ser el resultado de una interacción con los recientes descubrimientos que indican que las plantas emiten ultrasonidos? 

¿Estamos ante una nueva aplicación terapéutica de la música, en este caso, para el mundo vegetal? Si la música tiene sus efectos en el ser humano y en los animales (clínicas veterinarias amenizadas con música clásica por constatar que se requiere menos fármacos para la recuperación), ¿por qué no también en el mundo vegetal? Un tema, sin duda alguna, intrigante y apasionante.

(*) PhD. Divulgador científico

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