lunes, 30 de marzo de 2020

LOS NACHOS

 

Mary Almenara.

 En estos días de confinamiento al que nos ha llevado el coronavirus, el que más con el que menos, hace cada día lo que se ha dado en llamar (un crucero) o sea cruzamos del salón a la cocina donde nos preparamos un




humeante café, una cerveza o lo que sea del gusto de cada uno.
Una vez hecha esa “escala” de obligado cumplimiento, pasamos por la despensa para el correspondiente avituallamiento, ahí ya perdemos el control del barco y arrasamos con los manises, aceitunas, y alguna que otra lata de calamares en salsa americana.
Nos volvemos al punto de partida, y nos colocamos cómodamente en nuestro sofá favorito para dar buena cuenta de nuestras viandas. Al terminar nos llevamos las manos al estómago en un signo de total arrepentimiento mientras, para nuestros adentros pensamos, en cuanto pase todo esto me voy a caminar y así estreno el reloj cuenta pasos que me regalaron en Reyes.
Sin embargo, este mea culpa dura lo mismo que unas piedras de hielo en un güisqui, y nos comienza una lucha entre hacer otro crucero o aguantar hasta la hora del almuerzo para comernos un rico caldo de papas que el tiempo lo requiere.
Ya que entre las actividades que no están prohibidas se encuentra el hacer la siesta, cumplimos a rajatabla este ordenanza y nos unimos en fraternal abrazo con nuestra amada cama o nuestro querido sofá que con estas tardes frías, el confinamiento y que ya hemos limpiado la casa dejándola como los chorros del oro, hacemos unas siestas tamaño familiar porque para aburrirnos nos quedan muchos días.
Llegada la tarde, la cosa se pone peliaguda y llena de remordimientos por si nos quedamos con una tasa de yerba luisa y unas magdalenas, o nos portamos bien y aguantamos como jabatos hasta la hora de la cena.
Hacemos de tripa corazón y solamente nos comemos el resto de manises que quedaron en la bolsa y unas aceitunas, solo para aplacar la fiera que ruge en nuestros intestinos.
Al fin llega la noche y aquí nuestra imaginación se desborda cuando vamos a preparar la cena, no sabemos si decantarnos por una tortilla española, unos huevos fritos y papas o elegimos unos aguacates para comerlos con unos nachos que hace tiempo están rodando por la despensa. Al final nos decantamos por esta idea y nos ponemos manos a la obra para preparar un exquisito guacamole.
Hace tiempo que vemos nachos en los supermercados pero, han sido los restaurantes mejicanos, los que han hecho que no falte una bolsa en nuestras casas. Los nachos tienen su pequeña historia que deseo compartir con ustedes gracias a Wikipedia.
Cuenta la historia que todo comenzó en el año 1943, en un restaurante en la ciudad de Piedras Negras, Eagle Pass Texas Estados Unidos, a donde llegaron las esposas de unos soldados buscando un lugar para comer. Solo encontraron abierto un local que ya estaba a punto de cerrar y el camarero les preparó unas tortillas de maíz y queso, las cortó en triángulos y los frío.
Al preguntarle las señoras el nombre al dueño del restaurante este respondió “Nacho” Ignacio Nacho Anaya y, según cuentan el plato se hizo popular con el nombre de Nacho o Nachos, nombre por el que son conocidos en la actualidad.
Puesto que lo que más nos sobra en estos momentos, podemos poner las manos en la masa y prepararlos nosotros mismos con la receta que sacaremos del Google.

Fuente de información Wikipedia.

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