María Sánchez.
Las personas, de este nuestro mundo, han empezado a
verle las orejas al lobo. Siendo optimista quiero pensar que aún estamos a
tiempo de no quedarnos viviendo en una tierra totalmente desértica, mares y
ríos totalmente contaminados que nos llevara a sufrir hambruna y sed.
La prueba de que realmente no hacemos nada, la
tenemos en la “supuesta” manifestación que tuvo lugar en Las Palmas, el 29 del
pasado mes de septiembre y que se extendió por toda España. Digo supuesta ya
que, por un lado, muchos estudiantes se saltaron las clases pero también se
saltaron la manifestación. Los que acudieron, dejaron su impronta en el parque
de San Telmo y los lugares aledaños en forma de basura que llevó horas al
servicio de limpieza para dejar todo
limpio.
Más de lo mismo se pudo ver en Telde, más
concretamente en el barrio de San Francisco, en las fiestas del patrón. La
noche de la verbena, la de los fuegos y hasta el mismo día 4, se reunió en ese
lugar cientos de personas que tomaron la zona como una gran papelera para
depositar en el suelo toda la basura que fueron creando. Lo más fácil es echar
la culpa a otro, que siempre es el ayuntamiento de turno, para que cargue con
la estela de basura que vamos dejando.
No puedo pasar por alto, a las personas que ponen el
grito en el cielo y se suben por las paredes, cuando a 500 metros de su
domicilio instalan una antena de telefonía móvil. Una de las primeras cosas que
hacen es jalear y animar, por las redes sociales, la idea de ir a una manifestación
por las calles con el fin de que le quiten esa antena. Pero si les miramos las
manos, prácticamente todos llevan un móvil con el que van haciendo la foto para
el Facebook. Los ojos se me quedan a cuadro cuando veo que a un bebé le ponen
un teléfono para que se entretenga…antes se le daba un sonajero.
Sin embargo la triste realidad es que nos queda
mucho para darnos verdaderamente cuenta de que estamos estropeando la casa
donde vivimos, el aire que respiramos, el alimento que comemos. La naturaleza
nos ofrece todo a cambio, solamente, de que la cuidemos y respetemos, pero
hacemos oídos sordos a las señales que nos está mandando. Ella ha cerrado la
llave de las lluvias para alimentar la llama que trae el fuego, deja que el sol
y las altas temperaturas jueguen a su
antojo deshaciendo los grandes iceberg y, no hablemos, de la gran cantidad de
basura que arrojamos al mar, al campo dejando en cada lugar nuestra firma en forma
de basura.
Lo más triste, es ver como el dirigente de un país
como EE. UU, toma a broma el calentamiento global. Ver para creer.
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