Mary Almenara.
En esta semana han corrido ríos de tinta, al ser nombrada una mujer como la primera general de las fuerzas armadas. Este acontecimiento, sin dejar de ser un hecho relevante, no tendría que llamar tanto la atención y, mucho menos en pleno siglo XXI, pero aún así ha hecho que se hable durante días de esta señora en todos los medios de comunicación.
Por suerte vemos
que, poco a poco, vamos escalando puestos a la vez que recibimos el
reconocimiento del mundo cuando demostramos de que lo que somos capaces, de que
no somos tan sexo débil, como se nos ha conocido desde siempre.
El camino para
que hayamos podido llegar a donde hemos llegado, lo abrieron otras mujeres,
mujeres que tuvieron que enfrentarse a las duras críticas de unos hombres que,
según mi opinión, temblaban de miedo al ver que un ser al que consideraban
inferior era capaz de hacer algo que a él se le hacía grande, difícil inmenso.
Entre ellas
tenemos a Federica Montseny quien se convirtió en primera ministra en 1936. Desde
esa fecha no hubo otra ministra hasta 1981, casi medio siglo después.
La primera mujer
que pudo estudiar en una universidad fue Elena Maseras en 1872. Anteriormente
lo intento Concepción Arenal, pero solo pudo hacerlo como oyente y disfrazada
de hombre. Las mujeres tenían prohibido ir a la universidad, hasta finales del siglo
XIX.
Otra mujer
pionera fue Matilde Ucelay. Licenciada en arquitectura, pero que tras la guerra
civil le prohibieron ejercer, viéndose obligada a ocultar su nombre siempre que
hacía un proyecto.
Tras ellas
llegaron otras muchas que también lucharon por hacer valer sus derechos y
valores como profesionales y como como mujeres.
Espero que la
nueva general abra las puertas a otras mujeres que sigan sus pasos, pero que
sea en igualdad de condiciones, sin tener que demostrar siempre que somos
capaces como cualquier hombre.
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