La columna de hoy es la petición de una lectora que cada dos o tres meses desde hace dos años envía unas páginas contando de la evolución de un nieto. Ese es su desahogo. La primera comunicación llegó cuando el chiquillo tenía cuatro años. Es hijo de padres separados y en conflictos imaginables; el entendimiento fracasa una y mil veces. La lectora, abuela paterna del pequeño, lo cuida los días que debe hacerlo el padre lo que ha añadido más crispación a la relación rota. La madre sin trabajo y con nueva pareja, el padre con pareja y descendencia, han ido delegando los cuidados del niño en la abuela a sabiendas de que no se negará nunca. Una sentencia les obliga a cuidar a su hijo. Ni caso. Padres enfrentados y una abuela en una situación complicada; ninguno de los “padrazos” le avisan cuando le llevarán al niño. La desconsideración es máxima.
Hasta ahí, uno de tantos conflictos que todos hemos conocido. Los padres ya se han denunciado por no asumir sus responsabilidades; en ese ambiente crispado el niño, siete años, sin autoridad en su entorno ha desarrollado una violencia hacia la abuela a la que insulta y golpea. Pero una mano mece la cuna. Mami.
En los Servicios Sociales y en Menores saben de qué hablamos. Temen que el paso de los años anime al pendejo a emprender conductas peligrosas. Pero la denuncia sirvió de poco, la Administración no tiene autoridad para frenar al tirano. La mujer dice que o se reconduce esa conducta, “no le tiene miedo a nada”, o les aguardan días negros.
El lector ya tiene una solución.
Alejarse. La abuela perderá siempre.
fuente: https://marisolayalablog.wordpress.com/
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