lunes, 3 de junio de 2019

El torero de poca cabeza


 Marisol Ayala
No es nuevo, no. Hace tiempo sospechábamos que no muy tarde estallaría un escándalo sexual en las redes. Estaba cantado; solo había que darse un paseo por YouTube y comprobar que la modalidad sexual que más te plazca la tienes ahí sin economizar una sola imagen.

 Ha tardado cinco años en el caso que nos ocupa; la joven que decidió acabar con su vida al difundirse imágenes de un encuentro sexual. No pudo con la presión, las risotadas, los comentarios o las burlas, de manera que proteger a sus dos hijos se le hizo difícil. Pasó que cuando grabaron las imágenes la chica ni tenía hijos ni pareja pero la red social más popular, dicen que la más activa del mundo entre los hombres, WhatsApp, encontró la grabación y sus usuarios la compartieron como posesos. Vamos a decir que la red ha sido la colaboradora necesaria para difundir el vídeo que ha costado una vida y ha permanecido en danza cinco años.
La fiebre del compartir, la fiebre de las redes causa estragos. Acoso y derribo. Los usuarios manejan las redes de forma frenética, lo comparten todo, todo lo aconsejan, todo lo comentan, sabe Dios sí como dicen los expertos, la gran mayoría comparten archivos de los que desconocen su contenido. Compartir por inercia.
Para redondear la pieza, el atropello, el caso, quiso la vida que un día el torerito valiente, ese que no sabe hacer una “o” con un canuto, Rivera, declarara algo así; “Un hombre, y yo lo soy, no se resiste a reenviar un vídeo con ese contenido”. Machote que encima opina sobre el tema. Machote.
A su mamá le perdonaron mil episodios por razones de sobra conocidas. En Francisco no veo eximente alguno salvo una manera de pensar y de entender a las mujeres. Ni su hija quiso vivir con él.
fuente:  https://marisolayalablog.wordpress.com/

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