POR LIDIA FALCÓN O'NEILL
ARTÍCULO DE OPINIÓN.
Artículo de Opinión. "Barcelona Ciudad Prostituidora".
Lidia Falcón O'neill (*) ASSOPRESS
El
sábado 11 de mayo se va a celebrar en Barcelona una Marcha por la
abolición de la prostitución. Las organizaciones y asociaciones
feministas abolicionistas van a visibilizar su exigencia de acabar con
semejante infame explotación de las mujeres en una ciudad que se ha
convertido en el paraíso de prostituidores, proxenetas, chulos y
macarras, y en el infierno de las mujeres prostituidas. Se han dado cita
a las 11 de la mañana en el Gato de Botero en el barrio de El Raval
para partir de ahí al centro de la ciudad.
Nunca como hoy,
Barcelona exhibe impunemente y con desafío a las mujeres medio desnudas
en las esquinas, en las calles, en los parques. Nunca como ahora hay tal
cantidad de puticlubs, casas de masaje y pisos a los que se incita a
visitar a los turistas por unos chulos que operan como ganchos en plenas
Ramblas. Nunca como hoy, y las que hemos invertido la vida en la lucha
por la democracia y el feminismo lo sabemos, hubiéramos podido imaginar
que se filmaran escenas de porno duro en las calles de la ciudad, para
divertimento de mirones y turistas y negocio de esa otra infame
actividad que induce a nuestros jóvenes a violar mujeres.
Con una
alcaldesa, Ada Colau, que permite semejante horrible actividad
arguyendo que todas las personas pueden filmar en las calles lo que
quieran sin necesidad de pedir permiso municipal; que presume de
pretender legalizar la prostitución y que no tiene empacho en financiar
una infame “Escuela de Prostitución”, que opera desde hace cinco años,
donde se enseña a las neófitas los secretos del oficio, con sus
especialidades, algunas de las cuales se practican en las clases, no es
de extrañar que la ciudad se haya convertido en el lugar ideal para la
mafia de la prostitución.
Cataluña, antaño la región de España
más avanzada en la defensa de la democracia y del progreso, tiene hoy el
dudoso honor de poseer el prostíbulo más grande de Europa en la
Junquera, donde decenas de mujeres se amontonan en sus habitaciones,
estabuladas como ganado, esclavas sexuales, para disfrute de miles de
hombres llegados de todas partes de Europa.
Contando que la
llamada “trata de blancas” es el negocio más lucrativo del mundo después
del tráfico de armas, los proxenetas están encantados de haber tenido
la suerte de contar con la protección Ada Colau, aquella que presumía de
ser líder del cambio, convertida en alcaldesa por la ingenuidad de sus
votantes.
Desde que hace veinte años los proxenetas se unieron en
la asociación ANELA, de llamados “empresarios de alterne”, con el apoyo
y la financiación de la mafia prostituidora, la campaña por legalizar
esa infame explotación ha cobrado cada vez más fuerza.
Para las
feministas republicanas que lograron que el Parlamento de la II
República aboliera la prostitución y la que fuera la primera ministra de
nuestro país, Federica Montseny, que lo fue de Sanidad, estableciera
los “liberatorios de prostitución”, esta reclamación de legalizarla, una
infamia disfrazada, falseada de feminismo, las hubiera anonadado.
Para
Montseny y para mi abuela, Regina de Lamo, y para todas las anarquistas
que batallaron en la organización “Mujeres Libres” y después en los
frentes de batalla, contra esa explotación en demanda de la abolición,
criticando a sus propios compañeros que frecuentaban lupanares; para
ellas y para las feministas de hoy que saben la clase de explotación y
de humillación severa que significa que la sociedad, especialmente la
masculina, considere que debe haber mujeres cuyo cuerpo esté a
disposición de los machos rijosos que se satisfacen sexualmente de tal
manera.
Convertidas las mujeres en puros trozos de carne que
poseen varios agujeros por las que penetrarlas, en coitos rápidos y
brutales, a cambio de unos pocos euros, todas nosotras somos
despreciadas. Si una mujer puede ser prostituida, podemos serlo todas.
Todas las humillaciones, el desprecio, el trato infamante que sufren las
víctimas de semejante comercio, los sufrimos todas. Si la igualdad que
tanto reclamamos se pervierte permitiendo que una mujer, por serlo,
pueda ser violada legalmente por el hombre a cambio de una paga, estamos
degenerando nuestra sociedad.
Porque la imagen que se genera es
la de la diferencia que existe entre ser mujer u hombre. Entre tener
vagina o pene, entre ser el macho o la hembra de la especie, entre ser
el sexo prepotente o el sumiso. Exactamente lo que el patriarcado ha
enseñado a nuestros hombres y mujeres y difundido por todos los medios
de divulgación y penetración ideológica de que dispone.
Lo
aberrante es que determinados sectores del activismo social se
pronuncien a favor de legalizar semejante esclavitud, tan antigua como
la dominación del varón sobre la mujer, pretendiendo ser “modernas”. En
las pragmáticas de la Edad Media ya se establecían las condiciones en
que deberían ser tratadas las prostitutas, y en la época franquista
fingiendo que estaba prohibida se hacían revisiones médicas para que los
clientes no se contagiaran de enfermedades de transmisión sexual, como
están pidiendo ahora los que defienden la regularización de esa
explotación.
Nada que la historia no conozca ofrecen hoy esas
“activistas de los derechos de las prostitutas”. Lo único que hace
avanzar el respeto a los derechos humanos es abolirla como se abolió la
esclavitud. Y con ella establecer un sistema de protección y reinserción
social para que puedan rehabilitarse del terrible maltrato sufrido y
desarrollar una profesión.
Como ya ha declarado la ONU, la
prostitución no puede considerarse un trabajo porque carece de la
dignidad de este. A pesar de la apropiación de la fuerza de trabajo que
practica la patronal, ninguna actividad es tan degradante como la
prostitución. Ni el trabajo físico ni el manual ni aún menos el
intelectual invierte todo su cuerpo, su capacidad sexual y emocional,
entregándose mercenariamente al explotador.
Si España sigue el
ejemplo de Alemania, de Holanda, de Australia, veremos a las mujeres
colgadas de cristaleras en las plazas más emblemáticas de nuestras
ciudades, ofrecidas como reses de matadero a los prostituidores, para
diversión de los turistas y ejemplo de nuestros jóvenes. Nuestras hijas
podrán ser prostitutas, exhibidas en las ofertas de empleo, y nuestros
hijos clientes de burdeles. ¿Ese es el país que queremos?
Por la
dignidad de nuestras mujeres, por nuestra propia dignidad, por el cambio
de mentalidad y sexualidad de nuestros hombres, por el avance en la
igualdad y la defensa de los derechos humanos, exijamos con la mayor
contundencia la abolición de la prostitución. Que la Marcha por la
abolición en Barcelona sea multitudinaria, que impresione a la sociedad y
convenza a los vacilantes, haga avergonzarse a los indiferentes, haga
retroceder a la mafia proxeneta y a sus cómplices y voceros, y logre que
nuevamente sea Barcelona la ciudad avanzada, moderna y volcada al
progreso y a la igualdad.
Que
no nos avergüence más Ada Colau con sus planteamientos de legalizar la
explotación sexual y que se acabe definitivamente esa infame “escuela de
prostitución” que nos abruma a las personas que queremos un mundo
solidario, igualitario, en que tanto hombres como mujeres vean
defendidos sus derechos y tratados como seres humanos dignos.
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