Autora: Marisol Ayala.
Hay escenas, vivencias, que nunca olvidas. Hace dos semanas una
docena de personas se reunieron para celebrar los años que llevan en
Canarias. Treinta, veinte, quince. Muchos.
Todos fueron emigrantes que
salieron de sus países en la mayoría de los casos por razones políticas
para respirar hondo y con las alas de la libertad volaron desde Chile,
Uruguay, Venezuela y Cuba hasta las islas. Tres son amigos y sé lo mucho
que les costó alejarse de los suyos, dejarlos en un país que vive en
sus corazones y abrirse camino entre nosotros. La ausencia de uno de
ellos pesó mucho en el encuentro. Todos tienen descendencia nacidas en
las islas. Resulta que dos de ellos convocaron al resto para contarles
que el paro, la soledad, las horas vacías de los primeros meses les
animó con el tiempo a escribir la historia de sus vidas desde que
llegaron a las islas, desde el momento que pisaron Canarias. Solo el
trabajo mitigaba el dolor de la lejanía. El trabajo y la familia que
formaron entre unos y otros.
El día de la cita le dieron al play de la memoria y entonces Juan
relató el miedo que lo paralizó en el mismo aeropuerto. Tenía 26 años y
en Uruguay había dejado padres y cinco hermanos. Su equipaje era un
bolso de mano donde guardaba sus escasas pertenencias. «Bajé del avión a
una tierra desconocida y me senté en un banco observando las típicas
imágenes de un aeropuerto, regresos y despedidas». Desconocía que
alguien había reparado en su pelo largo, sus gafas de pasta y el miedo
en su cara. « ¿Qué pasa, hermano?», escuchó. La siguiente pregunta fue
interesarse por su situación. No esperó respuesta, la sabía. «Ven
conmigo, soy chileno». En Vecindario le hizo hueco y allí vivió tres
años.
Hablan de Canarias con gratitud. “Aquí nos dejaron entrar sin tocar
en la puerta”. Pronto publicarán el libro de vivencias, todo emoción.
fuente: https://marisolayalablog.wordpress.com/
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