lunes, 24 de septiembre de 2018

POR QUÉ DECIMOS ESTAR A LA SOPA BOBA


María Sánchez.
La crisis que venimos arrastrando desde hace muchos años ha llevado a muchas personas, familias enteras en muchos casos, a depender de la caridad humana que llega desde varios puntos y diferentes maneras.
La más conocida sin duda es caritas diocesanas, pero no debemos olvidar otras tantas O. N. G. que luchan cada día por facilitar un mejor bienestar al que lo necesite sin mirar más allá que el proporcionar lo más elemental que precisa el ser humano.
Pero, ya sabemos que España es el país donde la picaresca montó sus reales. El más fiel representante lo tenemos en El lazarillo de Tormes y por ende al que más se le imita.
¿Quién no conoce a una persona que siempre anda con la lagrima en el ojo para inspirar compasión de todo el que le rodea? Hacerse la victima a la menor ocasión e ir llorando por las esquinas todo a cambio de vivir a costa de otro sin dar un palo al agua.
Desgraciadamente, para algunas de estas personas, es fácil acostumbrarse a que le den todo hecho sin impórtale lo más mínimo el que dirán y sin el más mínimo pudor ni vergüenza.
Esto nos lleva en ocasiones, a dudar de aquellos que realmente lo necesitan haciendo que miremos para otro lado, por temor a caer en las garras de algún desaprensivo para el que seremos el hazme reír de los humanos.
Personalmente conozco a algún elemento de esta ralea, a quien le fue más cómodo seguir tendiendo la mano para pedir, que doblar la espalda para ganarse un sueldo.
El termino de “La sopa boba” viene de tiempos de la Edad Media, haciendo referencia a un plato de sopa que se servía en centros de beneficencia a personas necesitadas. Sin embargo no queda claro el porqué del nombre. Hay muchas opiniones al respecto, entre ellas una, nada ortodoxa, que hace referencia a que las personas que la comían, al ser pobres lo hacían con la boca abierta. Tal vez la más fiel sea la que apunta a que se elaboraba con unos ingredientes tan pobres como las personas a la que iba destinada. Gente sin recursos, estudios ni educación, a los que en la antigüedad llamaban los bobos de la ciudad.

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