viernes, 20 de julio de 2018

Ovarios

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Podríamos empezar por poder discutir sobre el filo que separa la justicia del ridículo en el lenguaje inclusivo.

 


Esta no es una columna sobre políticas ni políticos. O sí, decidan ustedes mismos y mismas, que yo bastante tengo con lo mío y con la mía: mi vida, digo. Estos días hemos visto a dos mujeres luchar a cara de perro —¿o de perra?— por el liderazgo de sus partidos. Una, Soraya Sáenz de Santamaría, exvicepresidenta del Gobierno y aspirante a dirigir el PP este sábado. La otra, Teresa Rodríguez, coordinadora de Podemos Andalucía y elegida ya candidata a presidenta de la Junta. Dos talentos, dos talantes. Dos mundos, dos culturas. Dos señoras con dos ovarios.
Rodríguez ha demostrado esta semana que no se casa con nadie, ni siquiera con los suyos ni las suyas. Hace año y medio, antes de que las actrices del MeToo abrieran la espita, tuvo los santos de denunciar a un preboste que la molestó en una fiesta con la excusa de gastarle una broma a esa gaditana tan simpática, según dijo el baboso cuando, estupefacto, tuvo que dimitir un minuto antes de que le echaran. Desde entonces, ciertos varones en ciertas instancias no dicen ni hacen ciertas cosas, aunque las piensen, por la cuenta que les tiene. No es mala herencia, Teresa. Santamaría es otra historia. Cierto que no se inmutó cuando oyó a su jefe decir que abordar la brecha salarial no tocaba, y que ahora va de feminista de toda la vida en su vídeo de campaña. Pero también que le llovieron chuzos de unos, y sobre todo de otras, por incorporarse a La Moncloa dejando a su bebé con su santo esposo. Desde entonces, las bajas de políticas y políticos no son noticia. No es mala herencia, Soraya. Rodríguez y Santamaría prueban que las cosas se mueven moviéndose. Que las mujeres existimos. Y coceamos. Por eso, más allá del debate del españoles y españolas para sentirnos incluidas en los papeles, podríamos empezar por poder discutir sobre el filo que separa la justicia del ridículo en el lenguaje inclusivo. Esa no es la batalla. La guerra es otra.
fuente:  https://elpais.com/elpais/2018/07/18/opinion/1531922365_374401.htmlhttps://elpais.com/elpais/2018/07/18/opinion/1531922365_374401.html

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