lunes, 18 de junio de 2018

EL ABUELO NO LLEGÓ



Son las cinco de la tarde y, como hace muchos años, se asoma a la ventana antes de salir. Cruza la calle para, con su andar cansino, dirigirse al parque donde pasa las tardes; piensa que de este modo el día se hace más corto y podrá irse antes a la cama.


Llega a “su banco” como él lo llama, apenas se ha sentado y un centenar de palomas llegan hasta sus pies para comer de las migas que el abuelo les lleva, ellas son su única compañía, las que cada día le dan las buenas tardes con su arrullo con el que parecen darle las gracias.
Dobla la bolsa con parsimonia casi milimétrica, de otra extrae una vieja novela de hojas amarillentas que a lo lejos delatan los años que ha vivido. La mira y lee el titulo “Una vida por un whisky” de Marcial La Fuente Estefanía, es una de las tantas novelas que aún conserva; las compraba cada semana religiosamente pues, según decía, nadie escribía como él.
Cae la tarde, las sombras se van adueñando del parque; las palomas se han ido a dormir a la copa de los árboles, los niños recogen sus juguetes y al pasar a su lado le saludan con un “hasta mañana abuelo”
Mira su reloj con pesimismo y tristeza, este le dice que ya debe recogerse, que ha llegado la hora. Cierra la novela para guardarla de nuevo en su bolsa y, con paso cansino, recorre el camino que lo lleva a su hogar. Lo recibe un silencio sepulcral, nadie viene a su encuentro. Prepara su cena mientras escucha el contestador del teléfono esperando la llamada de un hijo, pero, como cada día, el silencio es la respuesta.
Después de una frugal cena se dirige a la cama no sin antes mirar la foto de su esposa y sus hijos, hace muchos meses que no lo visitan ni lo llaman.
Al siguiente día las palomas se dirigen al banco para tomar su merienda, pero, esta tarde el abuelo no llegó, los niños que se retiran a sus casas miran el banco vacío y continúan su camino.
Han pasado tres días, el pan acumulado en la puerta hace sospechar a la vecina que algo le ocurre a aquel señor mayor que vivía solo y que nadie visitaba. Llama a emergencias quienes al llegar tocan el timbre sin recibir repuesta, decidiéndose por ello abrirla a la fuerza. Al pasar encuentran al anciano tendido en la cama con un portarretratos entre sus brazos donde pueden verse a su esposa e hijos, unos hijos a los que nunca olvidó pero por quienes fue olvidado.
María Sánchez.

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