Artículo de María Sánchez
Desde todos
los medios de comunicación, nos bombardean constantemente con nuevos productos alimentarios
haciendo hincapié en presentarlos con llamativos colores, sobre todo, si van
dirigidos a los niños a los que además se les promete suculentos y atrayentes
regalos que al final hacen el producto más caro, pero igual de malo.
Si fuera a
escribir sobre los cereales que nos ofrecen en los supermercados tendría tema
para más de un artículo. Son tantos y tan variados que las pobres criaturas no
saben cual quedarse porque desconoce que, al final todos son iguales, que solo
cambia el envoltorio.
¿Por qué
razón no hemos alejado del buen desayuno para nuestros niños? Uno de los
motivos puede ser la prisa, el corre corre que se hace tarde para el colegio,
de otro modo no se comprende que ese niño no tome un desayuno más sano y
natural.
Hoy nos
venden los cereales, como digo anteriormente, en formatos atrayentes para
nuestros ojos haciéndonos olvidar aquellos que realmente tienen valor
nutricional.
Remontándome,
como suelo hacer con frecuencia a mis recuerdos del ayer, me voy a los años de
la guerra y siguientes que, aunque no había nacido, no por ello dejo los desconozco.
La comida
escaseaba bastante y la gente agudizaba el ingenio para llenarse el estómago. El
gofio era el principal alimento para el canario, pero, no todos podían permitírselo
así que buscaban sustitutos entre otros productos para ser molidos. Se echaba
mano del centeno, las habas secas, chicharos, trigo, cebada e inclusive las
algarrobas, cereales que ahora nos venden como leche y a precio de oro.
Pocos son los niños a los que les gusta el
gofio tal vez porque en las casas no se usa. No saben lo que se pierden al renunciar
a una buena taza de leche con gofio traído del molino en un simple cartucho de
papel marrón y oliendo a gloria bendita.
En otro
momento hablaré de la escasez de fruta en la dieta de algunos niños, no todos
por suerte.
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