martes, 20 de marzo de 2018

¿ES SALUDABLE TODO LO QUE COMEN NUESTROS NIÑOS?




 Artículo de María Sánchez 
  Desde todos los medios de comunicación, nos bombardean constantemente con nuevos productos alimentarios haciendo hincapié en presentarlos con llamativos colores, sobre todo, si van dirigidos a los niños a los que además se les promete suculentos y atrayentes regalos que al final hacen el producto más caro, pero igual de malo.
 
A nuestros niños se les incita a comer cereales, cacaos, galletas y bollerías que contienen grasas saturadas o de palma nefastas las dos para la salud pero que no se prohíben y se permiten en nuestra alimentación. Añadamos lo que nos ofrecen en los restaurantes de comidas rápidas a los que nuestros pequeños son tan afines sin que los padres hagan mucho por disuadirlos.
  Si fuera a escribir sobre los cereales que nos ofrecen en los supermercados tendría tema para más de un artículo. Son tantos y tan variados que las pobres criaturas no saben cual quedarse porque desconoce que, al final todos son iguales, que solo cambia el envoltorio.
  ¿Por qué razón no hemos alejado del buen desayuno para nuestros niños? Uno de los motivos puede ser la prisa, el corre corre que se hace tarde para el colegio, de otro modo no se comprende que ese niño no tome un desayuno más sano y natural.
  Hoy nos venden los cereales, como digo anteriormente, en formatos atrayentes para nuestros ojos haciéndonos olvidar aquellos que realmente tienen valor nutricional.
  Remontándome, como suelo hacer con frecuencia a mis recuerdos del ayer, me voy a los años de la guerra y siguientes que, aunque no había nacido, no por ello dejo los desconozco.
  La comida escaseaba bastante y la gente agudizaba el ingenio para llenarse el estómago. El gofio era el principal alimento para el canario, pero, no todos podían permitírselo así que buscaban sustitutos entre otros productos para ser molidos. Se echaba mano del centeno, las habas secas, chicharos, trigo, cebada e inclusive las algarrobas, cereales que ahora nos venden como leche y a precio de oro.
  Pocos son los niños a los que les gusta el gofio tal vez porque en las casas no se usa. No saben lo que se pierden al renunciar a una buena taza de leche con gofio traído del molino en un simple cartucho de papel marrón y oliendo a gloria bendita.
 En otro momento hablaré de la escasez de fruta en la dieta de algunos niños, no todos por suerte.


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